Colección de pintura flamenca en el Museo del Prado
La colección de pintura flamenca en el Museo del Prado es la tercera en importancia y cantidad, después de la española e italiana.
Desde la llegada de la Casa de Austria a España, en la persona de Felipe I, la Península Ibérica mantuvo estrechas relaciones con los Países Bajos, muchas veces influyendo en su arte. A pesar de que la Reforma protestante también tuvo gran influencia en el arte flamenco, los Países Bajos de los Habsburgo permanecieron fieles al catolicismo, gracias a la labor desarrollada por los gobernadores Isabel Clara Eugenia de Austria y su marido Alberto, y años después por el hijo de Felipe III y hermano de Felipe IV, Fernando de Austria.[1]
La presencia de la cultura flamenca en España se remonta hacia 1480, cuando España está casi unificada en la persona de los Reyes Católicos. Pronto llegan a la nueva nación Michael Sitow y Juan de Flandes, quienes son pioneros del hispanoflamenco. Una de las necesidades que se vio en aquella corte fue la de conseguir retratistas eficaces, pues una de las prioridades de los Reyes era conseguir alianzas internacionales mediante matrimonios. Para ello, necesitaban mostrar al resto del mundo retratos decentes de sus hijos, aunque muchas veces alterasen la realidad.[2] Retratos realizados con esos fines fueron los de el príncipe Juan —comprometido con Margarita de Austria— y de sus hermanas Isabel y Juana, que contraería matrimonio con Alfonso de Portugal y Felipe de Austria, respectivamente.[3]
Carlos I, emperador criado en la corte flamenca, trajo nuevamente a España el gusto por el arte de su tierra natal. Conjuntó las colecciones flamencas de Isabel I, que estaban en la Capilla Real de Granada, con las suyas propias, lo que dotó a su hijo Felipe II de un gran legado artístico que siglos después pasó al Museo. Felipe III y Felipe IV promovieron a Rubens, quien desarrolló una importante labor pictórica en España, como retratista y pintor de género. Desde la muerte de Rubens (1640) hasta la llegada de Isabel de Farnesio a España (1715) se detiene lentamente el coleccionismo de arte flamenco. Esta nueva reina logró atesorar más de mil doscientas pinturas, compradas en Italia y en los Países Bajos. En la época de Fernando VI y Carlos III se decora el Palacio Real, para lo cual se adquieren obras de Anton Van Dyck y Roger Van Der Weyden. Carlos IV compró ciento ocho cuadros de pintura flamenca, con lo que cesan las adquisiciones por parte de monarcas de arte flamenco. Ya en el siglo XX, Pablo Bosch dona su importante colección de obras al Prado, a lo que suma la cantidad de pinturas que salieron del Palacio del Pardo y del de La Zarzuela, rumbo al museo madrileño.[4]
Siglos XV y XVI
Jan van Eyck es el primer gran maestro flamenco, pero de él el Prado no posee ninguna obra. Si se conserva, en cambio, un retablo de su taller, La Fuente de la Gracia, en el que es notorio su estilo y que posiblemente fue desarrollado por alguno de sus discípulos, muy próximo, claro está, al maestro Van Eyck.[5]
Robert Campin es discípulo de Van Eyck y cofundador de la escuela flamenca del Prerrenacimiento. En el Museo del Prado se exhiben algunas de sus obras, como Retablo Werl, Las tablas de Santa Bárbara, El donante Enrique Werl con San Juan Bautista y Los desposorios de la Virgen. Roger van der Weyden es su discípulo más claro, y de él existen en el Prado varios cuadros, de los que destaca el único cuya autoría no ha sido puesta en duda: El Descendimiento de la cruz. Otros cuadros de van der Weyden son La Piedad con un donante y Virgen con el niño (Madonna Durán).[6] El estilo de Roger van der Weyden fue seguido por Dirk Bouts en su Tríptico de Infancia,[7] y por Gérard David en sus cuadros Virgen con el Niño y dos ángeles que la coronan y La crucifixión.[8] Finalmente se llega a Hans Memling, el más fiel seguidor de van der Weyden. El estilo de éste es visible en cuadros como Virgen con el Niño y ángeles y La Adoración de los Magos.[9]
El Bosco es la figura más sobresaliente de la pintura flamenca durante los siglos XV y XVI. La colección de tablas de él se posee en el Prado es la más grande en número de obras que hay en una sola institución. Cuenta asimismo con las mayores obras de su autor, las más conocidas y las más valoradas por los críticos de arte. Entre sus cuadros en el Prado están El carro de heno, El jardín de las delicias, Adoración de los Magos, Extracción de la piedra de la locura y Mesa de los pecados capitales.[10]
Joachim Patinir siguió claramente los pasos de El Bosco, cuya influencia es notoriamente perceptible en El paso de la laguna Estigia y El descanso en la huida a Egipto.[11] Pieter Brueghel el Viejo combinó su estilo con el de Patinir y El Bosco, dando como resultado un arte nuevo, lo que produjo su cuadro conservado en el Prado: El Triunfo de la Muerte.[12] De la escuela de Amberes es icono Quentin Massys, quien realizó Vieja mesándose los cabellos y Las tentaciones de San Antonio, ambas caracterizadas por la utilización de figuras grotescas. En este último colaboró con él el paisajista Patinir.[13] El más connotado de los retratista religiosos de la época es Bernard van Orley, cuya obra maestra es Virgen con Niño y San Juan Bautista, conservada y expuesta en el Museo.[14]
Antonio Moro sirvió como retratista de Felipe II, a quien sirvió desde que era aquél príncipe de Asturias. Entre sus retratados se encuentran Juana, Catalina y María de Austria. Los tres retratos, sumados a los de Felipe II y su esposa María Tudor, se encuentran en el Prado.[15]
Notas
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- ↑ Lunwerg, p. 351.
- ↑ Lunwerg, p.355.
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Bibliografía
- BUENDÍA, José Rogelio: El Prado, colecciones de pintura. Bonn, Alemania, Editorial Lunwerg. ISBN 84-7782-694-3.
- CIRLOT, Lourdes (dir.):, Museo del Prado I y II, Col. «Museos del Mundo», Tomos 6 y 7, Espasa, 2007. ISBN 978-84-674-3810-9.