Lenguaje sexista

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Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129". Lenguaje sexista es la expresión que se emplea para referirse al sexismo asociado al uso del lenguaje. Diversos organismos y legislaciones previenen en contra de hacer un uso no sexista del lenguaje, a cuyo fin se han editado guías y se han desarrollado políticas incluso legislativas.

Características del lenguaje sexista

Lenguaje sexista son los rasgos relacionados con los prejuicios culturales relacionados con la identidad sexual, frecuentemente asociados al machismo, a la misoginia, a la misandria, o desprecio real o aparente de los valores femeninos o masculinos.

El lenguaje sexista se refiere a la discriminación de personas, que se manifiesta en el uso del lenguaje, de un sexo por considerarlo inferior a otro. Esto se da en dos sentidos: por un lado, en lo que concierne a la identidad sexual de quien habla y por otro en lo que se refiere al tratamiento discriminatorio que sufren las mujeres en el discurso ya sea por el término utilizado o por la manera de construir la frase.[1]

En idiomas como el español el género gramatical tiene por forma no marcada el masculino de los sustantivos y adjetivos, de forma que pasa a ser el género masculino el inclusivo o incluyente frente al femenino marcado, que pasa a ser el género exclusivo o excluyente: "Los alumnos de esta clase" incluye a hombres y mujeres, pero "las alumnas de esta clase" excluye a los varones.

Por otra parte el femenino puede tener connotaciones semánticas despectivas en español (oposición zorro / zorra; hombre público / mujer pública; ser un gallo / ser una gallina) o de cosificación y pasividad (impresor / impresora). Estas diferencias se perciben también a nivel léxico (algo es "cojonudo" si es bueno, un "coñazo" si es malo, aunque "acojonado" es asustado y en algunos países de Latinoamérica guevón es sinónimo de 'torpeza' y cuquito, sinónimo de 'tierno'). Además existe tendencia a identificar lo masculino con manifestaciones de voluntad o de violencia.Plantilla:Cr

El uso sexista en la denominación de títulos oficiales, profesiones, cargos u oficios, se puede corregir a través de diversos procesos de feminización. Uno de estos procesos es el legislativo. A título de ejemplo, en España se dictó la Orden Ministerial de 22 de marzo de 1995, por la que se adecua la denominación de títulos académicos oficiales a la condición femenina o masculina de quienes los obtengan.[2]

Tradicionalmente, el lenguaje ha reflejado los prejuicios cognitivos de la cosmovisión asumida por una sociedad, ayudando a perpetuarlos. Lo más corriente entre las culturas hispánicas es la minusvaloración de la mujer.Plantilla:Cr El Refranero, por ejemplo, es un amplio repertorio de reflexiones misóginas que se han perpetuado por la vía del pareado gnómico: "La mujer, la pierna quebrada y en casa"; "Llantos no se han de creer / de viejo, niño y mujer"; "Llora como mujer, lo que no has defendido como hombre".

Objeciones sobre el lenguaje sexista

La Real Academia Española RAE, en el informe[3] que publica con fecha 3 de mayo de 2012, denominado «Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer», reconoce que

Nadie niega que la lengua refleje, especialmente en su léxico, distinciones de naturaleza social.

Sin embargo, considera muy discutible que la evolución de su estructura morfológica y sintáctica se pueda controlar con normas de política lingüística. Y, en todo caso, afirma que

En ciertos fenómenos gramaticales puede encontrarse, desde luego, un sustrato social, pero lo más probable es que su reflejo sea ya opaco y que sus consecuencias en la conciencia lingüística de los hablantes sean nulas.

Algunos autores como Álvaro García Meseguer[4] afirman que el español no es una lengua tan sexista como el inglés. En su análisis, defiende la idea de que el origen del sexismo lingüístico reside en el hablante y en el oyente, pero no en el sistema lingüístico. Para este autor hay que distinguir el sexismo lingüístico de otros sexismos.

Un hablante incurre en sexismo lingüístico cuando emite un mensaje que, debido a su forma (es decir, debido a las palabras escogidas o al modo de enhebrarlas) y no a su fondo, resulta discriminatorio por razón de sexo. Por el contrario, cuando la discriminación se debe al fondo del mensaje y no a su forma, se incurre en sexismo social.Una misma situación de la realidad, sexista o no, puede describirse con un mensaje sexista o no. Sexismo social y sexismo lingüístico están relacionados entre sí pero no deben identificarse.

Por otro lado propone distinguir, a la hora de analizar un texto, el sexismo lingüístico, sensibilidad feminista y ambigüedad semántica.

Por su parte, Soledad de Andrés Castellanos ya en el año 2001, recopiló lo que llamó reflejos en la prensa sobre sexismo y lenguaje. En su opinión

Creo yo, por el contrario, que el sexismo sí está en las palabras; está presente en los hechos, en las realidades cotidianas, en los derechos de los individuos y en las leyes, pero también en el lenguaje, también en las palabras. Y negarlo no va a contribuir a desterrarlo de nuestra sociedad. Otros profesionales deberán luchar contra el sexismo en otros ámbitos; los lingüistas y demás profesionales de la palabra deberemos también denunciar el sexismo lingüístico, y contribuir a corregir los fallos en estos espacios. Tarea nuestra será matizar en qué recursos radica, y cómo evitarlo por procedimientos razonables y no estúpidos, sensatos y eficaces.

[5]

El filósofo Álvaro Zamora cree adviertir inconsistencias ideológicas en la posición feminista. Por ejemplo, la que se produce al confundir el género gramatical con el sexo (además, la noción de género utilizada por la ideología feminista constituye un absurdo conceptual: en el ser humano, el género es Homo, la especie sapiens sapiens, los sexos masculino y femenino). Además, si el idioma español fuera -en sí y por sí- sexista, no habría términos universales axiológicamente positivos de género femenino, como la verdad, la divinidad, la bondad e incluso la masculinidad (una lista completa sería enorme). Los factores (históricos, estructurales, de uso, etc.) trascienden en complejidad al machismo argüido por las feministas. El propósito que señala Zamora es político: se acentúa el sexismo lingüístico como parte de una estrategia para obtener cuotas de poder. Pese a la intención de presentar el idioma como instrumento del machismo social, el uso genérico del masculino gramatical remite a la economía y simplificación lingüística, no a la opresión sexual. Se trata de lograr la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible. No excluimos a las mujeres ni a las gatas cuando decimos:

El hombre prehistórico comía carne
en tu pueblo hay gatos.

La oposición de sexos sirve para acentuar determinas situaciones; por ejemplo, en expresiones como "En los últimos años se ha invertido la proporción de alumnos y alumnas en la Facultad de Medicina". Algunos circunloquios son ridículos y empobrecen el idioma: "legisladores electos y legisladoras electas" en vez de "legisladores electos", o "llevaré a nuestra descendencia de paseo" para evitar, por sexista, la expresión "iré con mis hijos de paseo". Según Zamora el feminismo afirma la existencia del sexismo lingüístico como parte de una estrategia para obtener cuotas de poder.

La Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC define lenguaje sexista, no incluyente o no integrador

el uso exclusivo de uno de los dos géneros (habitualmente el masculino) para referirse a ambos, excluyendo al otro.

[6]

La Comisión de mujeres y ciencia del CSIC insiste en la importancia de usar un lenguaje no sexista debido a que, como explican diversas teorías,

el lenguaje utilizado modela comportamientos y conductas personales y colectivas porque son la base de nuestro imaginario social y colectivo[6]

Pese a esto, no existen pruebas, ni siquiera mediantes teorías ya ampliamente desacreditadas como la hipótesis de Sapir-Worf, de que los cambios arbitrarios propuestos para un uso no sexista del lenguaje puedan mejorar los campos donde la mujer se encuentra en desigualdad.

Idiomas como el pipil o el persa moderno no presentan género gramatical y el sexismo es claramente existente y mayor que en comunidades hispanohablantes. Por parte de los que defienden el uso no sexista del español, cuyo uso no se generaliza entre una gran mayoría de hablantes, no suele existir coherencia en su uso (ejemplo: parados y paradas) ni en su frecuencia. Tampoco existen quejas o voluntad de cambios cuando se tratan de palabras donde el hombre no estaría visibilizado, y por tanto no debería tener mucha presencia en esos campos, como logopeda, taxista, periodista, modista, estilista, policía, juez, señoría, poeta, profeta, etc.[7]

La Real Academia Española

La Real Academia Española publicó el informe de fecha uno de marzo de 2012,[8] titulado «Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer»,[3] redactado por Ignacio Bosque y presentado en el Pleno de La RAE. En él se hace una crítica pormenorizada de algunas de las guías para un uso no sexista del lenguaje publicadas por diferentes instituciones públicas. En el informe muestran el desacuerdo por no haber contado con la opinión de quienes se dedican al estudio y enseñanza de la lingüística, declarando que las guías de uso no sexista del lenguaje conculcan aspectos gramaticales o léxicos firmemente asentados en nuestro sistema lingüístico, o bien anulan distinciones y matices. Según la RAE, "un buen paso hacia la solución del `problema de la visibilidad´ sería reconocer, simple y llanamente, que, si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar". No obstante se afirma en el informe que no hay ilegalidad alguna en las recomendaciones sobre el uso del lenguaje que se introducen en esas guías.

Formas para evitar el lenguaje sexista

La corriente que sostiene que el lenguaje sexista abusa del masculino genérico, considera que se puede evitar esto usando las siguientes fórmulas:

  • Nombres colectivos (profesorado, en vez de los profesores, alumnado, en vez de alumnos...)
  • Perífrasis (la persona interesada, en vez del interesado)
  • Construcciones metonímicas (la juventud, en vez de los jóvenes)
  • Desdoblamientos (Señores y señoras, niños y niñas)
  • Uso de barras (Sr/a)
  • Omisión de determinantes o empleo de determinantes sin marca de género (cada contribuyente en lugar de los contribuyentes)
  • Uso de formas personales genéricas o formas no personales de los verbos ("es preciso atender más" por "es preciso que el alumno atienda más").

El inconveniente de esto es que muchas veces atenta contra el principio de economía del lenguaje.

La Comisión de mujeres y ciencia del CSIC advierte que el lenguaje no sexista es una cuestión compleja que no se reduce a la simplicidad de la regla consistente en doblar las formas. Y respecto a que la utilización del masculino está justificado por el principio de “economía lingüística” y por razones de estilo, la Comisión considera que eso es un tópico falso.[6]

Véase también

Referencias

  1. Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129".
  2. Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129".
  3. 3,0 3,1 http://www.rae.es/sites/default/files/Bosque_sexismo_linguistico.pdf
  4. Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129".
  5. Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129".
  6. 6,0 6,1 6,2 Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129".
  7. Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129".
  8. http://www.rae.es/noticias/el-pleno-de-la-rae-suscribe-un-informe-del-academico-ignacio-bosque-sobre-sexismo

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