Vida intermitente
La Vida Intermitente es un protocolo desarrollado por el bioquímico Leo Pruimboom, basado en los principios de la Psiconeuroinmunología clínica (KPNI), un ámbito de la medicina que busca las conexiones existentes entre la neurología, la endocrinología, la respuesta inmune y el metabolismo.
Este protocolo permitiría reequilibrar biomarcadores exponiendo al organismo a la escasez intermitente de estímulos y, por tanto, a situaciones de estrés de corta duración. Esta práctica beneficiaría tanto a personas sanas como pacientes de distintas patologías.[1] [2] Los efectos son medibles mediante el análisis de parámetros fisiológicos que se obtienen de analíticas de sangre y orina, y de cuestionarios validados sobre la calidad de vida.
Se basa en experimentos[3][4][5][6] llevados a cabo a lo largo de la última década.
Contexto evolutivo
La vida actual en las sociedades modernas hace a las personas más proclives a la exposición de partículas tóxicas y contaminantes, al sedentarismo y al estrés crónico. Todos estos factores son fundamentales en el desarrollo de niveles bajos de inflamación, dolencias autoinmunes y enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes, la depresión o las enfermedades cardiovasculares. Los déficits nutricionales y las dietas hipercalóricas propios del tipo de alimentación actual y las alteraciones en el microbioma también se relacionan con enfermedades de tipo neurodegenerativo y con el cáncer.
La comunidad científica lleva décadas avisando de la necesidad de implementar en la vida cotidiana hábitos saludables como hacer deporte, comer menos y más sano, controlar los niveles de estrés, aumentar las horas de sueño y reducir la contaminación ambiental a través de leyes que acoten el uso de combustibles fósiles, entre otras iniciativas.
La Vida Intermitente parte de la premisa de que esta enorme variedad de factores de riesgo asociados a la vida moderna provoca una respuesta fisiológica caracterizada por un conflicto interno entre los distintos órganos y sistemas del cuerpo.[7] Como resultado, se genera un desequilibrio metabólico que resultaría en un estado inflamatorio crónico de grado bajo, clave para el desarrollo de enfermedades.[8]
En contraposición, en el entorno en el que evolucionaron nuestros ancestros -desde los primeros miembros del género Homo, hace 2 millones de años, hasta la invención de la agricultura, hace 10.000 años-, los factores de riesgo eran menos numerosos y eran reconocidos por miles de generaciones (infección, frío, calor, hambre, sed). (frío, calor, hambre, sed). Además, estos factores estaban más acotados en el tiempo, con lo cual el desequilibrio metabólico que causaban era de menor intensidad y se resolvía con el tiempo. Por el contrario, los factores de riesgo antropogénicos actuales producirían un desajuste metabólico crónico más lento en su corrección..
Nuestro organismo es el resultado adaptativo de vivir en esas condiciones ancestrales, con lo cual no está preparado fisiológicamente para la sociedad moderna. Por ello respondería a los factores de riesgo actuales con cuadros preclínicos, síntomas inexplicables y enfermedades típicas del mundo occidental.
En este contexto, la Vida Intermitente plantea un modelo óptimo de actuación que permitiría revertir los efectos perniciosos de la vida moderna a través del uso de estímulos horméticos,[9] de forma controlada y aislada en el tiempo. De hecho, el protocolo imita las condiciones de vida en las que evolucionó nuestra especie Homo sapiens y para las cuales estamos adaptados.
Evidencias científicas
El concepto de Vida Intermitente parte de numerosos estudios científicos[10] [11] que han demostrado que ciertos fenómenos de hormesis pueden combatir procesos inflamatorios de bajo grado. Este tipo de inflamación[12] [13] está relacionada con un gran número de enfermedades crónicas o en cuadros preclínicos relacionados con malos hábitos, como los que se producen en situaciones de sedentarismo, prediabetes o estrés crónico.
Los estímulos horméticos que tienen un potencial antiinflamatorio y pueden, por tanto, mejorar la salud de las personas, son muy diversos. Se han identificado a través de investigaciones de ámbitos muy variados e involucran una gran cantidad de mecanismos moleculares, celulares y metabólicos. Los más conocidos son el ayuno intermitente y la restricción calórica, pero también hay otros. Entre ellos, destacan una dieta extremadamente variada y rica en micronutrientes, el frío y el calor extremos en períodos de exposición muy cortos (a través del uso una sauna, por ejemplo), la hipercapnia (aumento de la concentración de CO2 en sangre) de forma breve e intermitente y la hipoxia (disminución de O2 en sangre) también de forma breve e intermitente.
A nivel celular, se ha descubierto recientemente que uno de los mediadores moleculares más importantes implicados en la respuesta celular a situaciones de estrés es el factor de transcripción nrf2[14][15] responsable de la modulación de la expresión de 270 genes distintos, muchos de ellos ligados a la reprogramación del metabolismo.
Se sabe que determinados estímulos horméticos, como algunos micronutrientes, permiten activar las vías metabólicas de nrf2, consiguiendo que se mantenga en sus niveles óptimos y contribuyendo, así, a mejorar la salud.
Referencias
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