Sotelo

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Sotelo es un pueblo en la provincia de León (CP. 24523 ) perteneciente al municipio de Trabadelo. Ubicado en la zona de la Somoza, cerca de los Ancares de Leon.

Su nombre deriva del latín “Saltum” (lugar poblado de castaños y robles) Está enclavado entre dos valles, el del Burbia y el del Valcarce. El arroyo de Sotelo es un afluente del río Burbia.

Tiene una orientación sur, con unas vistas incomparables, estándo ubicado a unos 950 metros sobre el nivel del mar. Su punto más bajo es el propio río Burbia a unos 600 metros y el punto más alto es la Peña de la Escalera que culmina a unos 1444 metros.

Su Santo Patrón es San Bartolomé. Se celebran sus fiestas cada 24 y 25 de agosto.

Distancias en kilómetros:

- Trabadelo 10 - Villafranca del Bierzo 21 - Ponferrada 45

Puntos de interés:

  • Iglesia parroquial de estilo románico de finales del siglo XVI, inicios del siglo XVII.
  • Un punto de vista sin comparación alguna sobre la antigua explotación minera romana de Los Cáscaros.
  • Dos antiguas explotaciones mineras, del siglo XX, la de Autiñas y la de la Ramallosa.
  • La peña de Autiñas situada a proximidad de una antigua explotación minera.
  • La Peña de la Escalera que es el punto situado al extremo norte de nuestro término y que constituye el punto divisorio entre el municipio de Trabadelo en su pueblo de Sotelo, el municipio de Balboa en su pueblo de Cantejeira y el municipio de Villafranca del Bierzo en su pueblo de Cela.
  • Mención especial se merecen las Peñas del Rastro.
  • Ruta de senderismo de “Los castaños de Sotelo” y la de “La ermita de Fombasallá” situada en el término de Villafranca del Bierzo, con dos variantes que transcurren por nuestro término, una por Las Peñas del Rastro y otra por la Campa de Bustelo o Cuatro Caminos. Además de otras.
  • Las procesiones de las fiestas patronales, todos los 24 y 25 de agosto, aunque no constan de ningún reconocimiento, son sin lugar a dudas un atractivo. Todo aquel visitante que las disfruta por primera vez, queda asombrado al constatar que en un pueblo tan pequeño se hagan unas procesiones tan llamativas, que constan de cruz parroquial y faroles, dos estandartes, dos pendones y ocho imágenes. Son realmente incomparables.

Había una vez un pueblo....

La historia de la localidad de Sotelo fue muy escasamente documentada y se conserva tal y como fue transmitida a través de las generaciones de forma oral, recordando los relatos de nuestros abuelos y padres y a través de investigaciones propias. Quizás haya diversidad de opiniones al respecto, pero intentaremos sintetizar lo esencial, sin tergiversaciones, para que se conozca por parte de las nuevas generaciones y todo aquel interesado en conocerla.

El nombre de Sotelo deriva del latín “Saltum” palabra usada por los Romanos para denominar un lugar poblado de castaños y robles. Algunos investigadores avalan la teoría, que los castaños nos fueron importados por los Romanos, otros sin embrago afirman que, si bien los Romanos nos trajeron castaños, esa especie ya existía en nuestros parajes.

En tiempos de la dominación por parte del Imperio Romano en la zona, se tiene constancia de la existencia de la explotación minera de Los Cáscaros, que hasta la segunda mitad del siglo XX estuvo situada en el término de Sotelo. Para esa explotación minera los romanos aprovecharon los recursos hidráulicos que abundan en la zona. Todavía hoy se pueden ver parte de los canales hidráulicos, las balsas de lavado del mineral y las escombreras de materiales inservibles procedentes del lavado.

Junto a esa explotación minera existió un asentamiento castrense –que fue el germen de lo que posteriormente sería Sotelo- situado, como no podía ser de otra forma, en el Teso del Castro, aunque hoy no haya indicios visibles. Ese asentamiento castrense fue uno de los lugares donde los Romanos hicieron acopio de mano de obra para trabajar en su explotación minera de los Cáscaros, por ser el asentamiento más próximo.

Con posterioridad a la caída del Imperio Romano, en algún momento, se decidió abandonar el asentamiento del Teso del Castro, para crear uno nuevo en el lugar donde hoy se ubica Sotelo. Para la creación de ese nuevo asentamiento, nuestros antepasados construyeron sus casas usando materiales procedentes del antiguo, básicamente piedra y maderas, por ello hoy día no hay nada visible en la superficie del Teso del Castro que permita confirmar su existencia, al ser totalmente arrasado por la necesidad de materiales de construcción y posteriormente por su uso como tierras de cultivo.

La primera constancia escrita que se tiene de Sotelo, está en un documento manuscrito del siglo XVII concretamente del año 1613, cuyo título es “Apeos echos a pedimiento de Rodrigo de Quiroga y Nocedas del Casar de Sotelo – Año de 1613” .

En tiempos del rey Felipe III, finales del siglo XVI e inicio del siglo XVII, se construyó nuestra iglesia parroquial dedicada a nuestro Santo patrón San Bartolomé, uno de los doce apóstoles de Cristo. De estilo románico, tiene bóveda de cañón y torre en espadaña donde en tiempos del rey Carlos II, se situaron dos campanas, la mayor fechada en el año 1696 y la menor en el año 1697, ambas con inscripciones dedicadas, entre otros, a nuestro Santo patrón. Nuestra iglesia consta de un retablo mayor del siglo XVII, un retablo de San Antonio abad del siglo XVII y el retablo de Santa Bárbara, rococó del siglo XVIII. Tiene dos imágenes de nuestro Santo Patrón, San Bartolomé, e imágenes de Santa Bárbara, San Antonio abad, San Bernardino de Siena, Nuestra Señora de la Soledad, Nuestra Señora Santa María y San Lucas evangelista.

Como todos los pueblos, Sotelo fue creciendo y prosperando, y se pudo contar varios cientos de habitantes, que vivían en pallozas, dedicándose a la ganadería y agricultura. A finales del siglo XIX parte de nuestros antepasados emigraron para intentar mejorar su situación. Por aquel entonces la emigración sotelense se dirigió a ultramar, a países como Uruguay, Cuba, Brasil y Argentina. Algunos regresaron tras unos años, otros prosperaron allí fundando sus familias. También los hubo que en aquella época fueron destinados con el ejército español en la guerra de Cuba, y otros participaron en la construcción del canal de Panamá.

A partir del siglo XIX las viviendas que eran básicamente pallozas, empezaron a ser sustituidas por casas de piedra, madera y techumbre de pizarra. Materiales que se encontraban en abundancia a proximidad del pueblo.

Durante la guerra civil, Sotelo, como muchos pueblos, estuvo englobado en la zona del bando nacional. No se tiene constancia de grandes batallas en su entorno más próximo. Aun así Sotelo contó durante la guerra y la posguerra hasta dos acuartelamientos de lo que coloquialmente se conoció como el ejército moro de Franco. Aunque eran musulmanes se tiene constancia de su adaptación y aceptación por parte de algunos habitantes de Sotelo, pues su cometido era la defensa del pueblo ante los ataques de grupos republicanos, comúnmente conocido como los rojos. Como los soldados moros acuartelados en Sotelo no eran totalmente autosuficientes, iban por las casas a pedir comestibles, eso sí, teniendo en cuenta de la situación de cada familia, tratando no abusar de la generosidad de las familias más humildes e insistiendo para que los más pudientes, que los hubo, participaran más para aliviar a los más humildes. Una anécdota verídica de aquella época nos cuenta que, uno de esos moros iba siempre a casa de un vecino determinado, pues ese vecino tenía, entre sus hijos, un niño de cuna y el moro cuando lo veía lo cogía en brazos para jugar con él. El niño se asustaba al ver aquel señor de tez muy morena con turbante y se ponía a llorar, entonces el moro le cantaba una nana y el niño se calmaba. Al preguntarle la madre del niño al moro, éste le dijo que aquel niño le recordaba a su propio hijo.

A pesar de los acuartelamientos en el pueblo, los habitantes de Sotelo no dejaron de sufrir en numerosas ocasiones incursiones de grupos republicanos. Los más comunes fueron los robos y asesinatos. Numerosos son los casos de robos de dinero a los vecinos que regresaban de la feria de vender ganado, tendiéndoles emboscadas en su camino de regreso y en última instancia además de robarles el dinero los asesinaban. Hay constancia de una incursión republicana, entrando en casa de un vecino en busca de armas y municiones. Ante ésta agresión dicho vecino, para defender la integridad de su familia y la suya propia, cogió lo primero que tuvo al alcance de la mano, su hacha, que hendió en la cabeza de su agresor, matándolo en el acto con la cabeza partida en dos. Acto seguido los demás agresores dispararon al vecino, matándole. Luego recogieron a su camarada huyendo hacia el norte y para que los habitantes del pueblo, organizados en una expedición punitiva, desistieran en su intento por alcanzarles, simularon una tumba en la que supuestamente estaría enterrado el agresor. Años más tarde se descubrió que dicha tumba estaba vacía.

En la posguerra ocurrió un hecho del que circulan varias versiones, pero la realidad, sólo es una y no admite reinterpretaciones, por respeto a nuestros antepasados. Por lo visto la circunstancia de que en nuestra iglesia parroquial existan dos imágenes de nuestro Santo patrón –San Bartolomé- carecía de aceptación por parte de los habitantes de un pueblo vecino. Un día una expedición de ése pueblo se dirigió a nuestra iglesia para robar una de las dos imágenes de San Bartolomé, quizás para estar en pie de igualdad. Pero como desconocían su apariencia, tras derribar la puerta de nuestra iglesia, robaron la primera imagen a su alcance, la de San Antonio abad. La noticia conmocionó a los vecinos de Sotelo que dispusieron una expedición para recuperar lo robado. Derribando la puerta de la iglesia del pueblo vecino, recuperaron a nuestro San Antonio abad y regresaron. En el transcurso del viaje de regreso, de noche, se les cayó la imagen, sólo al estar en nuestra iglesia descubrieron que no sólo se había roto, sino que habían extraviado la imagen del cerdo que acompaña a San Antonio abad. Con la suerte que esa misma noche regresaron sobre sus pasos y recuperaron la imagen del cerdo de San Antonio que desde entonces vuelve a lucir en el lugar de donde nunca debió moverse.

Existe una leyenda acerca de nuestras “Peñas del Rastro”. La superficie de esas peñas está recubierta por marcas, como si fueran de pezuñas de cabras y otra como si se tratara del asiento de la sartén del pastor. Cuentan que al pastor le visitó “Nuestra Señora” y que, para dejar testimonio de ello, ella hizo que permanecieran esas marcas en las peñas, que todavía hoy podemos observar.

A mitad del siglo XX hubo dos explotaciones mineras en nuestros montes, la de “La Ramallosa” y la de “Autiñas” pero debido al escaso rendimiento y productividad, fueron abandonadas.

La segunda oleada de emigración sotelense tuvo lugar a inicios de la década de los años 60 del siglo XX. Dicha emigración se dirigió básicamente, además de a ciudades españolas, a Inglaterra, Francia y Suiza. Aunque muy pocos regresaron casi inmediatamente, la mayoría prosperaron en sus lugares de emigración, tratando guardar contacto con el pueblo, regresando a pasar los veranos y ayudando en la medida de sus posibilidades a sus familiares que permanecieron en el pueblo. Se puede decir que cómo en muchos otros lugares, la emigración fue una fuente de riqueza, importando divisas que ayudaron y mucho a sus familiares.

Como se dice al inicio de éste relato, la explotación minera romana de los Cáscaros estuvo en el término de Sotelo hasta la segunda mitad del siglo XX. Éste hecho se engloba dentro de una operación cuyo inicio se sitúa a mitad del siglo XX, hacia 1945, y de la cual resultó que Sotelo perdiera más de doscientas hectáreas de su término.

A lo largo de la historia, básicamente dos alcaldes pedáneos de Sotelo se atrevieron a tratar defender la integridad territorial del pueblo. Uno en el siglo XX, Gerardo López López que estuvo al origen de escritos de reclamación, que obviamente quedaron sin respuesta y otro en el siglo XXI, José Manuel Gutiérrez López, que pretendió que se respetaran las labores de apeos de deslindes realizados a inicios del siglo XX, en el año 1922 por su bisabuelo, alcalde pedáneo, José Lama Corullón. Los esfuerzos de estos dos alcaldes pedáneos  concluyeron baldíos.

A finales del siglo XX fueron desapareciendo los inmuebles tradicionales, las pallozas y hórreos. Hoy ya no queda vestigio de ninguna palloza y el último auténtico hórreo, nos referimos naturalmente a hórreos de madera asentados sobre cuatro pilares y techumbre de paja, desapareció por derribo en aquella época. Sin embargo, existe un hórreo restaurado recientemente, que ya en su origen carecía de la tradicional techumbre de paja optando por una de pizarra. Del mismo modo se restauró un molino que antaño usaban los vecinos para moler su grano.

Con la vista puesta en mejorar la calidad de vida de los vecinos, en el año 1968, bajo mandato del alcalde pedáneo Juvino Lama Cedrón, se realizaron las obras, por parte de los propios habitantes del pueblo, para la acometida de agua corriente en las casas, aprovechando las numerosísimas fuentes naturales existentes. No se acabó del todo eso de ir a la fuente a por agua o hacer la colada en el pilón, pero gracias a esa obra los vecinos vieron que tenían agua corriente en sus casas, que consistía básicamente en un único grifo situado en el fregadero de la cocina, una piedra cóncava situada debajo de la ventana, con desagüe al exterior.

Además de la traída de agua corriente en las casas, hubo dos obras muy significativas con las que Sotelo dio un paso más hacia la mejora de la calidad de vida, tratando recuperar el retraso acumulado en décadas. Las dos bajo mandato del alcalde del municipio de Trabadelo, D. Domingo Frade Bello.

En la primera se realizó en el año 1976, bajo mandato del alcalde pedáneo Gerardo López López, una carretera para que Sotelo estuviera comunicado con el resto de localidades del entorno. Esa carretera fue una pista de tierra, hasta que el año 1987, en el mandato del alcalde pedáneo Manuel Álvarez Lama, se asfaltara. Existe un dicho sobre la carretera que dice que “tantas curvas tienen la carretera, como regalos recibió el palista” Por aquel entonces, a pesar del tremendo avance que suponía la carretera, algunos vecinos, no sólo de Sotelo sino también de otras localidades, veían con malos ojos que la carretera pasara por sus tierras, pues en aquella época se trabajaba todo. Existe una anécdota verídica al respecto que dice que un vecino del pueblo fue al ayuntamiento, hablar con el secretario para que la carretera se desviara de sus tierras, ofreciéndole un jamón en forma de pago de favor. Pero al constatar que la carretera no se desvió de sus tierras, el vecino fue averiguar con el palista lo sucedido. Al explicarle al palista su visita al ayuntamiento, éste le espetó que, si en vez de regalar el jamón al secretario lo hubiera colgado en un árbol desviado de sus tierras, la pala hubiese acudido ella sola hacia el jamón, salvando sus tierras.

La segunda obra relevante fue la traída de suministro eléctrico. Aunque parezca mentira, esto sucedió en el año 1982, bajo mandato del alcalde pedáneo Manuel Álvarez Lama y supuso un tremendo avance para los vecinos que descubrieron a esas alturas del siglo XX la magia de la luz eléctrica, dejando a un lado las lámparas de butano, candiles y demás “ganzos” que usaban para iluminar sus casas. Del mismo modo descubrieron la enorme evolución que supuso el poder conservar alimentos gracias a los frigoríficos. Y aunque ya existían aparatos que funcionaban con pilas, traídos por los emigrantes, como los radio casetes, tocadiscos y un televisor que funcionaba con una batería de coche. Los vecinos descubrieron que podían disponer de todos esos aparatos en sus casas gracias a la luz eléctrica.

Todavía hoy recuerdan con cierta nostalgia y cuentan que antaño, todos eran familias numerosas, tenían pocos recursos, pero lo más importante, eran felices con lo poco que tenían y consiguieron salir adelante.

Cuando se redactan estas líneas, Sotelo es un pueblo que como muchos sufre de la despoblación, aunque en verano se llenan sus calles gracias a la celebración de las fiestas patronales. Las tierras de cultivo fueron quedando a barbecho (a poula) quedando en uso los huertos (curtiñas) próximos al núcleo, para el cultivo de autoconsumo. En ésta última década se vio un crecimiento exponencial –a veces incontrolado- de las nuevas plantaciones de castaños en antiguas tierras de cultivo abandonadas. Consecuencia de una ligera subida del precio de la castaña, una clara apuesta de futuro, incierto. A corto plazo, nos trajo una consecuencia negativa, como en muchos otros lugares, el crecimiento sin control de los robos de castañas, frente a los cuales los vecinos se sienten totalmente desamparados frente a grupos perfectamente organizados, que actúan en la más absoluta impunidad.

A lo largo de la historia Sotelo tuvo que sufrir numerosos agravios, como la ya citada perdida de parte de su término y otros como que el tendido físico de línea telefónica nunca llegara hasta Sotelo, que todavía cuando se redactan estas líneas, el pueblo carezca de cobertura de telefonía móvil y acceso a internet, que la obra de mejora de la carretera de Trabadelo a Cela se quedara paralizada a mitad de camino a causa de la crisis económica. Estos agravios ya son parte de nuestra historia, de lo que se trata aquí es de difundir nuestra historia, sin tergiversaciones, no como nos hubiese gustado que sucediera, pero tal y como nos la transmitieron nuestros mayores, para que se conozca, primero por respeto a nuestros antepasados que fueron sus protagonistas y también para evitar en lo posible, que se repitan los mismos errores.......

Desde el respeto por el pasado, en nuestro presente cuidemos por el futuro de Sotelo, nuestro pueblo. " La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos "