El Bizco de Amate

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Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129". El Bizco de Amate (nacido como Enrique Guillén Cajascosa, el 16 de enero de 1917 en Sevilla, España) es un cantaor de fandango originario del Cerro del Águila, un barrio humilde en el extrarradio de Sevilla.

Reseña biográfica

Todo lo que nos llega a día de hoy acerca del Bizco de Amate no es más que la mera trasmisión oral de todos aquellos que tuvieron la oportunidad de cruzarse con él en su camino. Su vida estuvo marcada fundamentalmente por la pobreza, la dependencia al alcohol y su situación de calle. El Bizco Amate fue un artista solitario, un rebelde anárquico que sin ser respaldado por ningún partido político o movimiento cultural supo abrir los ojos de los que años después hicieron del cante flamenco un importante instrumento de reivindicación social. Todo esto aparece recogido en la Tesis Doctoral de Francesca Ceccherini (2015).

El Bizco de Amate nace en el barrio de la buhaira, pero es en 1929 durante la exposición iberoamericana cuando se traslada al barrio de Amate viviendo en el suburbio que pasó a llamarse coloquialmente como barrio "villalatas" por estar construida las viviendas de chapajos y materiales varios. Su apodo se debe a su localización geográfica la cual daba nombre a las chozas que se encontraban en la barriada Amate, donde El Bizco pasó su vida entre hambre y miserias. El otro apodo es debido al hecho que durante la Guerra Civil perdió el ojo mientras servía en caballería. Este evento bélico, además de dejarlo tuerto, le hizo probar la dureza de la cárcel. cárcel. Estos acontecimientos históricos, junto con la experiencia traumática de la pobreza y la dependencia del alcohol, se reflejaron en su cante.

Tras la Guerra Civil, el Bizco de Amate se trasladó a vivir sin casa propia donde habitar junto con otros vagabundos y familias necesitadas debajo del antiguo puente del matadero (actual ronda de Tamarguillo).

Enrique Guillén Cascajosa fue un ser rebelde desde el primer día que fue consciente que algunos tenían mucho y otros no tenían nada (Ortega, 2003). Desde muy temprana edad recurrió a apropiarse de cosas que no eran suyas, lo que le generó continuos enfrentamientos judiciales. Lejos de responder a un perfil de ratero peligroso, Enrique recurría al robo principalmente por supervivencia.


El carácter oral que tiene la figura del Bizco de Amate hizo que se le atribuyesen historias que él no protagonizó. Eugenio Cobos en su libro "Andares del Bizco de Amate" dice: " Y así vivió y cantó este hombre, que arrastrando una existencia más propia de un análisis psicológico que un examen flamenco dejó de existir un día en que cansado de morir todos los días, no opuso resistencia cuando estando debajo de un puente, las aguas decidieron llevárselo para siempre". Al igual que en su vida, su muerte también fue mitificada atribuyendo su muerte a una arriada del arroyo del Tamarguillo. Sin embargo, consultado la partida de defunción se detalle que murió a causa de una Hemoptisis debajo del puente del matadero a los 31 años de edad en 1948.

El Bizco en la cultura flamenca popular

Lejos de ser un vagabundo cuya existencia desaparece con su muerte, su personaje de trágico fandanguero sigue perviviendo en la cultura popular flamenca a través de la influencia que generó en artistas posteriores que lograron el éxito. Algunas de estas letras han sido atribuidas a otros cantaores con mayor peso. Otras han pasado la frontera de la popularidad gracias a determinados cantaores que las interpretaron y las grabaron en sus discos (Antonio Ortega 2003); entre estos destacan: Manuel Vallejo, Juan Valderrama, Pepe Aznalcóllar, Juan el Camas, Manolo Caracol, Antonio El Chocolate, Agujetas, Enrique Morente, El metrallas, Camarón de la Isla, Farina o Antonio Molina.

Antonio Núñez "El Chocolate" empezó cantando con el Bizco, de niño, pidiendo para el Bizco por los estribos de los tranvías. Versos que se prolongaban sobre los veladores de las tabernas de mosto en botella encañada: el Bar Parreño, de Triana; el Kiosco Pozo o el Bar Campero. (Eugenio Cobos 1980)

Juan el Camas el cual fue versionado por Pata Negra fue discípulo del Bizco de Amate. Juan El Camas o por Chiquito de Camas. Se cantiñeaba por fandangos muy sentíos y lacrimógenos. Firmando en los colmaos aquellos en los que entraban dos cajas de vino, un guitarrista de afilados dedos y gente con ganas de verle el ombligo a la luna del madrugón, maneras y letras que en su día elevara a los altares al Bizco Amate.

Manuel Vallejo llegó lejos y quiso llevarse al Bizco a Madrid para debutar en el Teatro Pavón. Cuentan que el Bizco se volvió a Sevilla días después consecuente con su anarquía habitual y su concepción de la vida (Eugenio Cobos 1980).

Salvador Távora, el cual creció junto al Bizco, escribió en el libro de Antonio Ortega un prólogo a cerca de esta figura:

"Para mí, los recuerdos de un cantaor callejero, en este caso el Bizco Amate son, por lo dicho, sublimes y trágicos: sublimes cuando, echado sobre los sucios mostradores de las tabernas del barrio, haciendo compás con los nudillos, cerraba los párpados de sus desiguales ojos y entonaba un cante. No era un seguirillero trágico sino un trágico fandanguero. Su fandango, lleno de melodías del sufrimiento, era personal, inimitable. Sus letras eran la crónica literaria de su vida; de una literatura que nacía después de concebirse y pronunciarse la palabra; de una palabra que nacía de un sentimiento de marginación, de angustias, como reflejo artístico y directo del vivir de una colectividad en un determinado tiempo de nuestra historia de barrio. El Bizco fue, sin saberlo ni proponérselo, el profesor de cantes y de política de casi todos los niños de la posguerra del Cerro del Águila. Un profesor que, como los antiguos maestros griegos, daba sus lecciones públicamente sin solemnes aulas y sin libros de textos. El Bizco cantaba por las tabernas del barrio, y desde las puertas de los establecimientos y a veces con las caras metidas en las rejas de las ventanas del local, aprendimos a llorar sin lágrimas, a denunciar sin violencias y a componer cantes sin estudiar música ni literatura Para los niños del barrio, una especie de extraño profesor de política y literatura. Era cantaor y tenía un ojo de cristal. Ante un vaso de vino, donde echaba el ojo de cristal, y con los nudillos sobre el mostrador, cantaba fandangos que inventaba según la situación que veía en el barrio, que era muy dura. Cantaba una melodía que ningún músico culto podría alcanzar. De él aprendí muchas cosas, era un hombre dado a expresar exclusivamente sus sentimientos, no le importaba para nada el estómago. El Bizco fue mi profesor universitario y de canto".



Bibliografía

  • Antonio Ortega, Voz de Canela. Bosquejo biográfico del Bizco de Amate, 2003, Ayuntamiento de Sevilla
  • Eugenio Cobos, Andares del Bizco de Amate, 1980.