Autofinanciamiento Inmobiliario

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Por sus características, el autofinanciamiento es una figura que se enfoca en los segmentos de bajo poder adquisitivo y en aquellos que no tienen una fuente de ingresos fija y no pueden ser sujetos de crédito ante las instituciones bancarias[1].

De acuerdo a los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo realizada por la INEGI[2] en el cuarto trimestre del 2017, las modalidades de empleo informal sumaron 30.2 millones de personas, para un aumento de 1.1% respecto al mismo periodo del 2016, representando un 57% de la población no asalariada.

Aunque es una figura de financiamiento socorrida y con varias décadas de existencia, el autofinanciamiento inmobiliario ha protagonizado algunas polémicas legales, por lo que es necesario conocer sus aspectos fundamentales antes de elegirlo figura de crédito[3].

Cómo funciona

Es un sistema de comercialización que consiste en formar grupos de consumidores interesados en comprar una vivienda, que aporten periódicamente sumas de dinero a un fideicomiso administrado por un tercero (empresa a contratar).

Estas aportaciones servirán para reunir lo equivalente al 40% del valor del inmueble, como concepto de enganche, y así tener derecho a participar en las vías de adjudicación que cada institución haya designado.

Métodos de adjudicación

Cada compañía de autofinanciamiento debe contar con un contrato de adhesión, que en México debe estar autorizado y registrado ante la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), en el cual se especifique el mecanismo de entrega de recursos[4].

Las opciones son:

Sorteo. Se realiza entre los integrantes del autofinanciamiento. El seleccionado debe estar al corriente con todos sus pagos, de lo contrario se realizará un nuevo sorteo.

Subasta. El monto acumulado se entrega al integrante que ofrezca el mayor número de mensualidades adelantadas.

Antigüedad. Se otorgará a los integrantes que cubran cierto tiempo dentro del autofinanciamiento. Generalmente es del 40% del periodo contratado.

Puntaje. Se da a las personas que reúnan la mayor cantidad de puntos hasta la fecha de adjudicación.

Liquidación. Cuando se finiquite el total del bien o servicio contratado.

Historia del autofinanciamiento

Es un esquema aplicable a bienes muebles, inmuebles y autos. Se ha convertido en una tendencia mundial tras las constantes crisis financieras, pues se trata de un mecanismo de adquisición para las personas que no pueden comprobar ingresos, no tienen historial crediticio, o no cuentan con ahorros propios para dar un enganche.

Se originó en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, como medida para fortalecer la frágil economía y falta de poder adquisitivo. A principios de la década de los 60 se introdujo a Brasil[5], en donde cobró gran auge y se le usó para adquirir todo tipo de bienes: desde electrodomésticos, hasta automóviles y casas.

Hasta la fecha, esa figura es vigente en la nación brasileña y diversos bancos y cooperativas la usan como una variante de “consorcio”.Su origen en México fue en 1968, época en la que el esquema se centraba únicamente en automóviles. De hecho, a través de los años ha sido una de las figuras más usadas para adquirir autos. Hasta la fecha, lo maneja, como un plan de adquisiciones, la automotriz Nissan con su sistema SiCrea y el hoy banco Autofin surgió como esta figura financiera para el sector.

¿Cómo nace el autofinanciamiento inmobiliario?

Inició en México en 1989, como respuesta a la situación económica y social de la década de los 80 en el país, después de las crisis de 1982, 1987 y el terremoto de 1985[6]. En esos años, el consumidor buscaba otra forma de hacerse de bienes que no fuera a partir de contraer una deuda bancaria. Dado que el autofinanciamiento se basa en el ahorro de quien lo contrata, se mostró como una alternativa que cobró popularidad en los años 90.

Las dos empresas nacionales que iniciaron este esquema fueron: Planfirme, de Carlos Lozano Gallegos, y Aco, de Roberto Díaz Arciniega[7]. Estas compañías nacieron sin regulación específica, lo que generó quejas e irregularidades, obligando al gobierno a suspender sus actividades. El mal precedente generó una percepción negativa hacia el sector.

Posteriormente, en la época de los 2000’s algunas empresas comenzaron a consolidarse como una opción viable para obtener sus patrimonios. Siendo alternativas a la banca comercial y organismos gubernamentales como el Infonavit y Fovissste que han sido los principales accesos a líneas de créditos en México.

Marco legal en México

Actualmente, en México los autofinanciamientos se encuentran regulados por tres instituciones[8]:

Profeco. A través de su Reglamento de Sistemas de Comercialización Consistentes en la Integración de Grupos de Consumidores (2006).

Secretaría de Economía. Dirección General de Comercio y Economía Digital, organismo que verifica que las empresas tengan viabilidad económica, financiera y administrativa para responder ante circunstancias que pongan en riesgo el patrimonio de los consumidores.

Secretaría de Gobernación. Por medio de la ley Federal de Juegos y Sorteos.


Con una regulación más certera para los consumidores, a partir de la década de los 90, nacieron empresas mexicanas dedicadas al autofinanciamiento inmobiliario. Ofreciendo distintos beneficios a sus clientes como planes a la medida de las necesidades y posibilidades, sin pago de interés y sin investigación en sociedades de buró de crédito[9].

  1. http://archivo.eluniversal.com.mx/finanzas/7340.html
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