Astrolabio judío del siglo XIV en el Museo Británico

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Fig. 1: frontal del astrolabio judío del Museo Británico (creative commons license). Colección del Museo Británico (https://www.britishmuseum.org).

El astrolabio hebreo del Museo Británico es un instrumento hispanojudío de medición y cálculo hecho enteramente de latón. Sus inscripciones, pese a estar escritas tanto en árabe como en hebreo y en ladino o judeoespañol, aparecen todas trazadas en alefato (álef-bet, אָלֶף-בֵּית), convirtiendo al objeto en una de las únicas herramientas de origen europeo que se conservan con epigramas en hebreo.

El astrolabio reúne los conocimientos astronómicos, matemáticos y astrológicos heredados de la Antigüedad desde diversas culturas. Este ejemplo, en base al rango de medición de dos de sus placas, establece los límites de su origen a nivel de latitud entre los Pirineos y el norte de África aproximadamente, reiterando en consecuencia su naturaleza hispana: se trata de una demostración paradigmática del desarrollo y la permeabilidad intelectual y estética cristiana, judía y musulmana en uno de los principales contextos geográficos de referencia para la cultura europea del siglo XIV (la Península Ibérica).

Contexto

A pesar de la gran relevancia social y cultural de los judíos en los Reinos Cristianos de la España del siglo XIV, existió un incipiente antijudaísmo que progresivamente ganaría fuerza y agresividad hasta derivar en su expulsión de España por parte de los Reyes Católicos en el 1492, como consecuencia del Edicto de Granada. La discriminación del momento estuvo especialmente dirigida hacia los judeoconversos, a quienes habitualmente se acusaba de judaizar o mantener prácticas relativas al judaísmo en el ámbito privado. Así, fue el propio pueblo, especialmente los cristianos viejos, el que protagonizó en un primer momento las revueltas y las diversas acciones violentas contra los conversos, influyendo como consecuencia en el ámbito legal y político (y no al revés).

La importancia y la presencia judaica tanto en la sociedad como en la corte de los siglos que envuelven este ejemplar instrumento viene ratificada por una generosa serie de figuras históricas y documentos conservados. Una de las funciones fundamentales de los intelectuales hebreos en la sociedad bajomedieval fue la transmisión de los conocimientos árabes, que permitió la creación de recopilaciones y la publicación de gran parte de los estudios realizados a finales del siglo XIII en la relevantísima Escuela de Traductores de Toledo, bajo el mando de Alfonso X el Sabio. En el campo de la medicina, por otro lado y pese a los decretos que prohibían a los cristianos ser atendidos por médicos judíos, fueron pocos los casos en los que un rey español no contase con un clínico precisamente de esta procedencia. Quizás incluso de mayor relevancia fue el protagonismo yídish en el ámbito económico: fueron los principales encargados del recaudo tributario y de la custodia y gestión del tesoro real, lo que demuestra la confianza que en ellos depositó la corte cristiana, además de la estrecha cercanía desarrollada entre uno y otro grupo. Esta situación privilegiada explica también (aunque, evidentemente, sólo en parte) el hecho de que el antisemitismo fuese antes social que legal, en tanto que las clases más bajas debieron mirar con recelo el ascenso de determinados miembros de una comunidad étnica que seguía siendo vista como aliena.

Fig. 2: Tabla astronómica extraída del Almanaque permanente de los movimientos celestes de Abraham Zacuto (1452-1515). Traducido al latín, el fragmento muestra la información pertinente a los meses de marzo y abril (dominio público).

La proyección posterior de los avances reflejados en el objeto que nos ocupa se vincula directamente con referentes históricos como Abraham Zacuto (אַבְרָהָם בֵּן שְׁמוּאֵל זַכּוּת, Avraham ben Shmuel Zacut). Astrónomo, astrólogo y matemático nacido en la Salamanca de mediados del siglo XV, debió al menos tener constancia de la existencia del astrolabio del Museo Británico, siendo uno de los ejemplos más bellos y precisos de la época. Estudiante y probablemente profesor de astronomía en la Universidad de Salamanca, no sería descabellado pensar que pudo utilizar este mismo astrolabio para progresar en los notables avances teóricos que posteriormente publicaría en sus Ha-ḥibbur ha-gadol (El gran libro) y Biur luḥot (Almanaque permanente de los movimientos celestes, extensamente conocido como Almanach perpetuum), ingeniando un nuevo tipo de astrolabio y facilitando enormemente la navegación oceánica, contribuyendo al éxito de expediciones tan históricamente relevantes como las de Cristóbal Colón o Vasco de Gama (quienes consta que usaron los astrolabios de cobre, las tablas astronómicas y las cartas náuticas desarrolladas por Zacuto: el personaje llega incluso a ser citado en Os Lusíadas de Luís de Camões, poema épico del siglo XVI que, mediante la figura del Viejo de Restelo, alude a un posible encuentro entre Abraham y Vasco de Gama, justo antes del comienzo del viaje).[1]

Técnica

El latón, material que compone por entero este astrolabio (y muchos otros), es una aleación de cobre y zinc (fundamentalmente) en diferentes proporciones, empleando generalmente siete partes de cobre por tres de zinc. La popularidad y el extenso uso histórico del metal se debe sobre todo a su apariencia dorada y brillante, que le otorga una evidente cualidad ornamental (vinculada, como resulta evidente, a su parecido con el oro sin ser de tan elevado coste). Es importante tener en cuenta además que sus características físicas permiten al latón ser trabajado con relativa facilidad: presenta un punto de fusión bajo, una alta maleabilidad y una gran durabilidad, así como una gran conductividad tanto térmica como eléctrica (lo que hace que su uso siga estando ampliamente extendido en la actualidad para muy diversos ámbitos). El buen estado con el que se ha conservado este astrolabio se explica entre otras cosas al tener en cuenta que el litio no experimenta una corrosión galvánica pese a la gran diferencia que existe entre el potencial eléctrico del zinc y el del cobre: esto se debe a que la aleación es sustitucional y crea por lo tanto una estructura cristalina homogénea en la que pueden suceder intercambios de átomos entre los dos metales constituyentes (impidiendo la corrosión del zinc, que en otras circunstancias sucedería rápidamente al ser el cobre un metal mucho más noble). El trabajo del latón tuvo su expansión y regularización en Europa precisamente a partir de la Edad Media, aunque su uso se documenta desde la Antigüedad (de forma más bien escasa y fragmentaria). Su aplicación a fines artísticos, decorativos y suntuarios emanó en el románico temprano desde un núcleo principal en el sudeste belga, destacando sobre todo la ciudad de Dinant (cuya abundancia productiva dió a luz al término dinanderie para hacer referencia a objetos de latón de allí procedentes). Las técnicas mayormente utilizadas fueron el repujado y la fundición (sobre todo esta última, pese a su mayor dificultad técnica). El uso del latón para la confección de astrolabios se recoge en uno de los primeros tratados al respecto del objeto, escrito por el arzobispo sirio Severus Sebokht a mediados del siglo VII. Es gracias a este documento, redactado en siríaco, que se conoce que los astrolabios metálicos se trabajaron en el ámbito bizantino mucho antes de que se hiciera en el oeste europeo o en el mundo islámico: “El astrolabio es un instrumento hábilmente construido [...] el material del cual es latón, su forma redonda y plana, y se compone de tres o cuatro placas”.

Un astrolabio plano estándar está compuesto esencialmente por una matriz circular con un eje central entorno al cual gira una aguja o aliada con una mirilla que el usuario direcciona hacia el cuerpo celeste a observar. Sobre la matriz, que es ligeramente cóncava, se insertan los discos intercambiables dependiendo de los cálculos a realizar o de la posición del usuario en el espacio. Sobre estos discos se acopla una red o araña con capacidad rotatoria en representación de una carta estelar con marcas para el Sol, la Luna y las estrellas más brillantes. El borde de la placa principal aparece graduado, con mayor o menor nivel de precisión dependiendo del tamaño del instrumento (y del espacio disponible para marcas e inscripciones). La pieza aparece unida a una argolla o colgante con amplia movilidad circundante: al dejar el instrumento en suspensión y sujeto desde este elemento, la propia gravedad hace que esté alineado con el horizonte.

Los astrolabios tienen diversas funciones en paralelo con su cometido principal: ser un reflejo del universo conocido en un tamaño asequible a una mano promedio. Entre éstas son notorias sus capacidades para ser utilizado como un inclinómetro o como una calculadora cósmica, tanto para localizar los astros en el cielo nocturno o diurno como para determinar la latitud del usuario por triangulación o averiguar la hora: no es de extrañar al comprender su versatilidad que el astrolabio fuera la herramienta preferente para navegantes y viajeros desde la Antigüedad clásica hasta la Era de los Descubrimientos en los siglos XVI y XVII, pasando por la Época Dorada del Islam o la Edad Media europea, que contextualiza este modelo del Museo Británico. El instrumento fue ampliamente desarrollado en el medievo islámico, momento en el que los astrónomos musulmanes introdujeron las escalas angulares en el diseño de las placas, acuñando medidas cuyo uso se extendería a todo tipo de astrolabios posteriores, independientemente de la cultura generatriz. Este es el caso de los azimuts: los ángulos que se generan en el horizonte entre un vector de referencia (como puede ser un punto cardinal) y otro que se proyecta hacia el horizonte desde el usuario en la dirección deseada, trazando una recta perpendicular respecto al zenit.[2] Fue también el Islam medieval el que engendró una tipología esférica de astrolabio, en combinación con la esfera armilar, permitiendo la visión tridimensional de la bóveda celeste. El primer astrolabio metálico del que se tiene constancia en Europa occidental es el Astrolabio de Destombes o de Barcelona, fabricado en Cataluña a finales del siglo X. Todas sus inscripciones están en latín, y su fabricación se atribuye a Lupito de Barcelona (Sunifred Llobet). Algunos autores sitúan su origen geográfico en Portugal. Pudiera parecer que el uso de metales para la creación de astrolabios disminuye su practicidad a la hora de emplearlos en la navegación, en tanto que aumenta su peso considerablemente: el material, sin embargo, acabó por imponerse puesto que, al contrario que la madera (el elemento tradicional y predilecto para la confección de estos objetos en la Edad Media europea temprana), el metal ni se curva ni se pandea, asegurando en todo momento la precisión de los cálculos. En términos compositivos y ornamentales, el modelo de referencia para la baja Edad Media (e incluso, posteriormente, para el Renacimiento) fue sin duda el excelso Astrolabio Universal de Ibn al-Sarraj, datado en el 1328 y con origen en Alepo: pese al progreso y al amplio desarrollo de este tipo de instrumentos en la Europa bajomedieval, la vanguardia matemática y productiva permaneció en el ámbito islámico. Los tratados emitidos por Geoffrey Chaucer en la Inglaterra del siglo XIV, por Pélerin de Prusse en la Francia del mismo siglo o por Cristiano de Prachatice en la Bohemia no dejan de ser una confirmación de esta tesis: los tres, pese a su indudable importancia y relativa originalidad, basan el grueso de sus afirmaciones y argumentos en el trabajo de Ibn al-Saffar, un astrónomo coetáneo andalusí formado en Córdoba que a su vez recogió en sus tratados la obra de Masha'allah ibn Athari; astrólogo, astrónomo y matemático judeopersa del siglo VIII. En este contexto y de forma evidente, el asentamiento musulmán en la Península Ibérica fue decisivo para la concepción y creación de astrolabios con una calidad como la que muestra este ejemplo hispanojudío.

Fig. 3: página del título de De scientia motus orbis (Masha’allah ibn Athari) en una edición en latín del 1504 con grabados de Durero. Dominio público.

Es necesario destacar cómo la observación del cosmos, así como la creación de sistemas y mitos en base a ésta, supone una parte sustancial del desarrollo más temprano del conocimiento del mundo en la inmensa mayoría de civilizaciones y culturas. Así, desde América Central hasta la China continental existen registros de la construcción de primitivos observatorios, que en base a la astrometría (el estudio y la medición de posiciones, distancias y movimientos de los cuerpos celestes) permitían determinar el paso de las estaciones o predecir eclipses en la más remota Antigüedad, facilitando enormemente la comprensión de los ciclos de la Tierra con aplicaciones tan prácticas como un mayor control sobre los diferentes tipos de cultivo y su relación con el clima en los diferentes ciclos de tiempo (con apreciaciones hechas a simple vista). El progreso de estos saberes estuvo estrechamente vinculado, como no es de extrañar, a diversas funciones ceremoniales y a muy distintos sistemas astrológicos. En este contexto resulta particularmente reseñable el nacimiento de la astronomía matemática en la civilización babilónica entorno al siglo VI a.C., fundamental para el avance de la disciplina en toda la historia posterior: prueba de su importancia es la codificación del ciclo de saros, la matematización de la periodicidad en los eclipses lunares y solares que permite la predicción de todos ellos en base a la relación geométrica existente entre las órbitas de la Tierra y la Luna respecto al Sol. Los siguientes descubrimientos astronómicos de equiparable o superior relevancia tuvieron cabida en la Grecia Antigua: es necesario mencionar en este ámbito a Aristarco de Samos en el siglo III a.C., que además de calcular una estimación del tamaño de la Luna y del Sol y su distancia respecto a la Tierra (Περὶ μεγεθῶν καὶ ἀποστημάτων [ἡλίου καὶ σελήνης], Sobre los tamaños y las distancias [del Sol y la Luna]), propuso por primera vez el modelo heliocéntrico del Sistema Solar (que la ciencia cristiana no recuperaría como afirmación efectiva de la realidad del universo hasta el siglo XVII, pese al reconocimiento y el uso del modelo de Copérnico en momentos inmediatamente anteriores). Es en este contexto donde se empiezan a crear los primeros mecanismos complejos conservados con fines astrométricos, que con el tiempo darían paso al nacimiento del astrolabio tal y como se comprende en la actualidad: sobresale por su prematuridad el mecanismo de Anticitera (siglo II a.C.), diseñado para calcular las posiciones del Sol, la Luna y los planetas en cualquier fecha dada mediante un complicado y sorprendente entramado de engranajes: es considerado, a efectos técnicos, el primer ordenador analógico que se conserva (aunque en mal estado). Ya en la Edad Media, la astronomía islámica crearía sus primeros observatorios sofisticados a partir del siglo IX, permitiendo avances tales como la descripción de la Galaxia Andrómeda presente en el Libro de las Estrellas fijas (كتاب صور الكواكب) de Abd al-Rahman al-Sufi en la segunda mitad del siglo X. En el ámbito cristiano se darían también importantes progresos a partir de este momento, como la creación del Rectangulus de Richard de Wallingford en el siglo XIV, el primer reloj astronómico: en base a la trigonometría esférica, el instrumento permitía interpretar los ángulos entre los cuerpos celestes directamente como componentes cartesianos, simplificando considerablemente los cálculos.

Características

La cara principal de la herramienta presenta en su borde una escala de 360º para medición de la altitud, con un intervalo de 10º entre cada marca de referencia (todas las cuales se hacen mediante un sistema alfanumérico en alfabeto hebreo). Este borde se une a la pieza principal o matriz mediante remaches, también de latón. Sobre ella y dentro del borde se suceden una serie de escalas circulares, divididas en dos conjuntos (desglosados a continuación desde fuera hacia dentro): El primer conjunto arranca con una sucesión numérica en sentido antihorario desde el número uno hasta el veintiocho, expresada una vez más en caracteres alefáticos (en respuesta al patrón por el cual cada veintiocho años el primer día del año coincide con el mismo día de la semana). El siguiente círculo recoge los días de la semana correspondientes al año con el que tienen que coincidir, indicando así el día de la semana del primer día de cada uno de los veintiocho años. Los años bisiestos aparecen señalados por la letra kaf (כ) en un tercer y último círculo. El segundo conjunto de escalas circulares, separado del primero por una línea doble, comienza con una escala de referencia de los meses del año, escritos en judeoárabe: yanir, febrir, mars, avril, mayah, yunyah, yulyah, agust, setenber, october, novenber y dejember en transliteración (sin dejar de utilizar en ningún momento el alefato). La siguiente circunferencia indica el día de la semana del primer día de cada mes, mientras que la última escala circular cumple la misma función para los años bisiestos (en los que la sucesión cambia). El arranque de la argolla o colgadero del astrolabio presenta un delicado diseño horadado compuesto por tres cuadrifolios conformados en conjunto por tres placas de metal superpuestas. Los dos inferiores alargan una de sus hojas en adaptación al marco de la argolla, que a su vez se adapta a la circunferencia del propio objeto. La propia argolla, que permitiría el movimiento del astrolabio en suspensión al ser sujetada, se ha perdido.

La red o araña giratoria, por otro lado, traza su estructura en base a dos elipses principales, la mayor de las cuales no se completa (puesto que cesa en el punto en el que coincidiría con la de menor tamaño). Las estrellas aparecen señaladas por pequeños diseños en forma de sables en curva, que se desarrollan sobre minúsculos ornamentos lobulados (que pueden ser sencillos o triples). La barra equinoccial, cuya recta aparece dos veces interrumpida por escalones simétricos, se muestra flanqueada por dos pomos de pequeño tamaño que permiten la manipulación y la rotación de la araña empleando un dedo. La eclíptica, en la elipse menor, marca los nombres hebreos de los signos zodiacales, dispuestos en el borde cada 30º (con muescas cada 5º en la sección más exterior). Las veinticuatro estrellas que se señalan, todas ellas una vez más en alfabeto hebreo, combinan nombres hebreos y judeoárabes (empezando desde el equinoccio de primavera): ביתן קיטוס (Beten Qitus), ראש השור (Rosh ha-Shor), אל-דבראן (Al-Dabaran), ריגל תאומים (Regel Teumim), 'אייוק (‘Ayyuq), אל-עבור (Al-’Abur), אל-גומיצה (Al-Gumitza), יד הדב (Yad ha-Dov) זנב הכלב (Zenav ha-Kelev), ריגל הדב (Regel ha-Dov), לב האריה (Lev ha-Aryeh), כנף האורב (Kenef ha-’Orev), אל-אז'ל (Al-A’zal), אל-רמיה (Al-Ramih), צבר החיה (Tzevar ha-Hayah), לב העקרב (Lev ha-Aqrav), נופל (Nofel), הנשר המהוף (Ha-Nesher ha-me'ofef), עקב הסוס (Eqev ha-Sus), זנב הגדי (Zenav ha-Gedi), שכם הסוס (Shekhem ha-Sus), זנב קיטוס (Zenav Qitus). Las dos restantes, consecuentes a Al-Ramih y a Ha-Nasher ha-me’ofef, no han podido ser todavía identificadas. Una vigésimo quinta inscripción, entre Beten Quitus y Rosh ha-Shor, tiene una naturaleza meramente estética: no señala ningún astro, con lo que reza אין זה כוכב (en zeh kokhav, literalmente “no es una estrella”).

La pieza viene acompañada por cinco tímpanos o placas bifrontales de diferentes latitudes, entre los que el usuario deberá elegir dependiendo de su localización. Todas ellas presentan las marcas del ecuador y de los trópicos en ambos lados, así como círculos de azimut cada 10º, almucantarates cada 5º y líneas para marcar las horas desiguales. Las diez caras presentan sus inscripciones en notación alfanumérica y suman una variación total de 10º de latitud (entre el anverso y el reverso de la primera placa, configurados para 33º y 43º respectivamente). Todas ellas están hechas de latón.

La parte trasera del astrolabio incluye múltiples escalas circulares concéntricas, una vez más acotadas en sistema alfanumérico. La más exterior contiene dos progresiones de altitud, de 0º a 90º, simétricas en torno a la argolla del instrumento (dejando vacía su mitad inferior). La siguiente escala en dirección al centro expone los signos del zodiaco en hebreo, uno cada 30º, acompañados por subdivisiones cada 10º, 5º y 1º. El tercer círculo desde el exterior recoge un calendario, cuya legibilidad depende ahora de una visión excéntrica (al contrario que las demás escalas, de visionado concéntrico). Los nombres de los meses se dan una vez más en judeoárabe, con la particularidad de que el setenber de la matriz es aquí setember. La sucesión viene una vez más acompañada por subdivisiones cada 10º, 5º y 1º, la última de ellas en respuesta a los días del año (contando con 360 días en lugar de los 365 del calendario gregoriano). El espacio restante dentro de estos círculos concéntricos se divide en dos zonas, una superior y una inferior, cada una de las cuales ocupa exactamente la mitad del área. La mitad inferior está ocupada por una doble gradación para las sombras en base a las 12, con marcas de referencia cada cuatro dígitos. Las escalas están dispuestas en simetría axial, y contienen inscripciones para señalar las sombras rectas en el eje perpendicular a las 12 (צל ישר, tzel yashar, “sombra recta”) y las proyectadas en el eje paralelo a las 12 (צל הפוך, tzel haphukh, “sombra invertida”). La mitad superior, por su parte, contiene un limbo de graduación horaria para las horas desiguales. La aliada, por último, completa el instrumento uniéndose a éste mediante un eje rotatorio. Esta pieza aparece sin marcas ni inscripciones. Dos pínulas horadadas concluyen la barra, permitiendo la visión del usuario a través (para la localización y el seguimiento de los cuerpos celestes escogidos).

Traslados y trayectoria

La pieza, por desgracia, no está ni datada ni firmada. Anteriormente formó parte de la colección privada de Frédéric Spitzer, y fue comprada por el Museo Británico en el 1893 a través de la compañía mercantil de antigüedades Rollin y Feuardent, fundada en París. El objeto cobró una visibilidad mucho mayor al ser incluido en un proyecto común del Museo Británico con la cadena de radio BBC Radio 4 denominado A History of the World in 100 Objects, presentado por Neil MacGregor. El programa de radio comenzó su difusión en el 2010, y la cálida acogida del público y la crítica permitieron que rápidamente los episodios radiofónicos pudieran cumplimentarse con la publicación de un libro y la elaboración de exposiciones físicas alrededor de todo el mundo. En consecuencia, este astrolabio hebreo viajó entre 2010 y 2019 desde Londres hasta Hong Kong, pasando por museos de Abu Dhabi, Taipei, Tokyo, Canberra y Shanghai entre otros. El objeto aparece descrito e ilustrado en A Catalogue of European Scientific Instruments in the Department of Medieval and Later Antiquities of the British Museum (Londres, 1981, Francis Allan Burnett Ward, publicado por los Fideicomisarios del Museo Británico), entre otras muchas fuentes.

Véase también

Abraham Zacuto

Astrolabio de Barcelona

Mecanismo de Anticitera

Rectángulus


Referencias

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Bibliografía

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Enlaces externos

  • A History of the World in 100 Objects: Hebrew Astrolabe

https://www.bbc.co.uk/sounds/play/b00st9z8

  • Astrolabio hebreo en el catálogo virtual del Museo Británico

https://www.britishmuseum.org/collection/object/H_1893-0616-3

  • Unsigned Astrolabe en Epact: Scientific Instruments of Medieval and Renaissance Europe

http://www.mhs.ox.ac.uk/epact/catalogue.php?ENumber=60286&Level=Detail

  • Description of the Astrolabe, Severus Sebokht

http://www.tertullian.org/fathers/severus_sebokht_astrolabe_01_trans.htm#introduction

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