Diferencia entre revisiones de «Escuela Nacional de Danza SODRE Folklore»

De borradopedia
Ir a la navegación Ir a la búsqueda
 
m (1 revisión importada)
 
(Sin diferencias)

Revisión actual del 03:48 23 mar 2021

El artículo sucumbió a un borrado rápido. Ver el registro de borrado en Wikipedia


La División Folclore de la Escuela Nacional de Danza fue creada, estructurada y dirigida por una de las máximas representantes de nuestro país en el campo de la danza, la investigación y la docencia en esa disciplina: la profesora Flor de María Rodríguez de Ayestarán. Su estructura curricular y programática incluye asignaturas que procuran cubrir diversas áreas de la formación de sus alumnos: asignaturas prácticas de danza (danza folclórica, malambo, clásico, danza contemporánea, tango, danzas latinoamericanas), asignaturas de apoyo a la interpretación en escenarios (arte escénico, creación, práctica escénica), asignaturas de apoyo teórico (Teoría de la danza y del folclore; educación musical; folclore musical uruguayo; etc.) y asignaturas de referencia histórico-cultural (historia del Uruguay, historia rioplatense; historia de la vestimenta, etc.). A lo largo de sus cuarenta y cuatro años la Escuela ha formado varias generaciones

Precursores
Creador Primeros docentes
Flor de Maria Rodriguez
Cristina Grecco
Ruben Dantaz
Juan Carlos Castro
Pedro Mastracucci
Sadi Mesa
Uruguay Nieto
Felicia Fortunato
Luis Matiozzi  

De egresados que se desempeñaron y desempeñan tanto a nivel de la educación curricular (pública y privada) como en actividades extracurriculares, de extensión cultural, animación, de escenario, etc.

El alumnado de la Escuela en la Carrera de Danza Folclórica abarca una franja etárea que va desde los 15 a los 30 años.

Requisitos: Para ingresar al Ciclo Básico

Edad: mujeres entre 16 y 28 años; hombres entre 18 y 30 años

Tener aprobado primer año del Ciclo Básico de Educación Secundaria.

Para ingresar al Segundo Ciclo

Edad: mujeres entre 18 y 30 años; hombres entre 20 y 32 años

Tener aprobado Educación Secundaria completa (sexto año).

Inscripción:

Presentar

Cédula de Identidad

foto carné

Acreditación de estudios requeridos.

Historia de la Institucionalización de la Escuela Nacional de Danza

La Escuela Nacional de Danza fue una creación del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) en dictadura, por ende estaba obviamente siendo intervenido.

Se creó con el fin de atraer a la gente que les encantaba el folklore y nuclearlos en un lugar donde pudieran tener una enseñanza ya programada, bien realizada, la cual al egresar brindaba un título que habilitaba a trabajar por lo menos en el sector de primaria.

La división folklore dependía de su directora y su staff de cuatro profesores,  un músico acompañante, un profesor de malambo y dos profesores de danza folclórica.

Siendo los primeros profesores Cristina Grecco, Ruben Dantaz, Juan Carlos Castro, Pedro Mastracucci, Sadi Mesa, Uruguay Nieto, Felicia Fortunato, Luis Matiozzi  y Flor de Maria Rodriguez.

Flor de Maria Rodriguez  se contactó con las personas que creyó aptas para participar como docentes de un nuevo proyecto del Minsterio de Educacion y Cultura, contando con que habia una situacion en la cual no sé sabía lo que podía pasar más adelante, porque era solamente un proyecto en donde la habían llamado a ella para que sea la directora. Las mismas personas que convoco eran los bailarines y músicos más renombrados del Uruguay y que pertenecían a su ballet folclórico desde 1973 en el cual había recorrido muchos lugares de Uruguay, tanto las ciudades como los pueblos, barrios y demás.

Ella en esta convocatoria aclaraba que quizás ese proyecto no siga y que no sea considerado después como trabajo, aparte de que el sueldo era demasiado escazo.

Al comienzo fue un cursillo que se realizó durante 3 meses Octubre, Noviembre y Diciembre del año 1975, en el que participaron más de 30 alumnos. Se hizo en el ex teatro que hoy en día ya no existe llamado teatro Odeón,  que estaba ubicado en la calle Paysandú y Florida. Luego pasó a llamarse Carlos Bruza, el cual en la década el ‘80 aproximadamente se incendió.

El curso regular comenzó en el año 1976, las dos directoras Flor de María y Margareth Graham se movieron con el Ministerio y las autoridades de la época que estaban en dictadura desde hace dos años para conseguir un local, el cual se les fue brindado muy rápidamente para las clases regulares. En el mismo estuvo la escuela desde Marzo del 1976 hasta aproximadamente Agosto del 1982, ese fue el primer local de la escuela de danza, un local compartido al igual que ahora.

Únicamente habían dos turnos, Folklore tenía la mañana y Ballet tenía la tarde, el turno noche en ese momento no existía.

La escuela se situaba en una casa en la esquina de Reconquista e Ituzaingo, la misma la tenían como museo porque había sido de Julio Herrera y Reissig. Le llamaban la torre de los panoramas porque no era muy común ver edificaciones tan altas, esta fue refaccionada muy rápidamente para estar en condiciones de dictar clases de danza con sus espejos, pisos, barras y demás necesidades básicas a la hora de bailar.

En el año 1982 por “x” causa tuvieron que dejar ese local y se fueron a otro que aún existe, aunque no se utiliza como escuela, es el llamado Teatro El Galpón, ubicado en 18 de Julio y Carlos Roxlo.

En la parte de arriba del teatro, más precisamente en el segundo piso tiene una edificación inmensa y allí mismo se realizó por tercera vez la locación de la escuela.

En esa estadía en el Galpón el Uruguay venia finalizando la época de la dictadura, y empezaban los primeros movimientos. En el 1983 y 1984 se marcan elecciones por primera vez después del año 1971. En ese mes nacional triunfó el partido colorado con Jose Maria Sanguinetti quien fue el primer presidente después de la dictadura, y allí comenzaron los movimientos de la gente que anteriormente les pertenecía el Teatro el Galpón porque estos fueron echados y se les había quitado todo. Debido a que se movieron adecuadamente les tuvieron que devolver el teatro y toda la edificación, entonces los estudiantes y profesores de la escuela se encontraron sin locación, en ese momento tuvieron que salir nuevamente las dos directoras en búsqueda de un nuevo local.

Esto sucedió a mediados del año 1986, nuevamente tuvieron que moverse con rapidez y consiguieron que sea acondicionara un cuarto local porque el mismo había sido anteriormente una caja de asignaciones en donde eran todas oficinas. Dicho local era inmenso de 3 pisos, en el cual hasta el momento es la escuela de danza.

Por lo tanto hoy en día se cuentan con dos locales, uno localizado en la calle Julio Herrera y Uruguay, y otro en Avda. 18 de Julio y Willson Ferreira Aldunate llamado “Edificio Lapido”. Este último se creó ya que el anterior en el año 2012 había llegado un punto en donde no se podía dictar clases por tema de espacio, entonces Martin Inthamoussú que es el director general de las escuelas, se movió, consiguió dicho local y logro acondicionarlo de la mejor manera.

Flor de Maria Rodriguez se tuvo que retirar del cargo de directora al llegar a sus 70 años, en el año 1986, justamente el mismo día de su cumpleaños.

Empieza en el 1987 el primer año de la segunda dirección fue de Maria Josefina alias Marita, antropóloga.

En esta época la Escuela Nacional del SODRE fue llamado Centro de Cultura Popular.

En 1989 se da la tercera dirección a mano de Antonio Díaz, marido de Marita también antropólogo hasta el año 1995.

A partir de esta fecha llaman a una de las hijas de Flor de María que trabajaba en la escuela desde un principio dando literatura siendo egresada del IPA. En el año 1996 se cambió el tiempo de carrera de 4 a 3 años a mano de la misma.

En el año 1999 casi llegando al 2000 queda como director encargado otro fundador de la escuela, llamado Rubén Dantas que trabajó hasta hace unos pocos años atrás, que a comienzos de la escuela era profesor de malambo.

En el año 2013 se jubila Rubén Dantaz y empieza la labor de Martin Inthamoussú que rige la dirección hasta hoy en día.

En el año 2006 se empezó el trámite que desde la secretaría del Ministerio de Educación al enciso del SODRE y recién a fines de 2008 se concretó. 1973

Contexto historico

Nos situamos en el año 1957 más precisamente el año de las conmemoraciones de los 150 años de la Cruzada Libertadora denominándose el Año de la Orientalidad.

En este año, desfiles, actos y arengas nacionalistas fueron promovidos como instancias de comunión en situación de los lazos abolidos. Al disolver las formas tradicionales de organización política y social, el gobierno dictatorial buscó durante sus primeros años conformar espacios alternativos de ratificación. En este contexto, las conmemoraciones históricas contribuyeron a encauzar la búsqueda de apoyos y las necesidades de controlar las manifestaciones públicas. En ese mismo sentido las diferencias en la interna gubernamental encontraron en la historia un medio de expresión. Más específicamente, la pulseada entre los mandos militares y el presidente Juan Maria Bordaberry.

Todo esto hacia que la liturgia patriótica expresara un sentimiento nacional que el Estado requiere como sustento de su unidad política. Por eso los festejos y símbolos nacionales representan la comunión entre los gobernantes y gobernados. A su vez esta “religión laica” vincula las personas con una serie de valores trascendentes que se proponen como fundamento de la existencia colectiva. Pero, además, la propia modalidad de institución del calendario de celebraciones puede ser indicio de una sociedad que en él busca proyectarse.

El régimen dictatorial contaba recién con dos años de establecido y había reproducido su política represiva, al tiempo que intensificaba la ofensiva propagandística. Durante este periodo se gestaron discrepancias en la interna de las fuerzas golpistas que tomaron estado público a mediados del 1976 con la disposición de Juan Maria Bordaberry.

Ya a comienzos de lo que sería el “Año de la Orientalidad”, el Poder Ejecutivo advirtió, con lucidez, que el año sesquicentenario de los hechos históricos de 1825 era ciertamente una denominación incómoda para el uso cotidiano. Decidió por eso que, para cumplir con lo resuelto por la ley, era conveniente disponer de todos los organismos estatales encabecen sus disposiciones y comunicaciones con  la mención “Año de la Orientalidad” que, además de su profundo significado patriótico facilita y asegura una eficaz aplicación de aquella disposición.

Lo cierto es que si “sesquicentenario” había permitido apelar a la figura de la independencia y el artiguismo, bajo la leyenda “Año de la Orientalidad” fue posible inscribir los más variados acontecimientos de este modo, la disputa a la interna del gobierno por la apropiación del sustento histórico se desplazó hacia otros personajes desligados del proceso independista. En esta obsesiva búsqueda de sustento al papel que habían asumido, las FFAA repatriaron los restos del coronel Lorenzo Latorre. Por otra parte, el Poder Ejecutivo dispuso denominar al 1975 “Año Cívico – Literario” en honor al centenario del nacimiento de Maria Eugenia Vaz Ferreira, Julio Herrera y Reissig y Florencio Sanchez.

Este último festejo, si bien no pasó desapercibido, tuvo una importancia menor dentro de la superpoblación de fechas celebradas por el contrario, el homenajeo a Latorre adquirió por sí mismo la envergadura de los festejos del año del 25 de Agosto. La repartición fracturó el ordenado calendario que seguía el itinerario de los hechos desencadenados por la Cruzada Libertadora. Mientras la “inspiración” artiguita se había integrado exitosamente a las conmemoraciones, la importancia de Latorre creció de una fundamentación histórica que lo uniera con el eje del “Año de la Orientalidad”.

Los doces meses se poblaron de baile, torneos, conferencias, obras de teatro, desfiles y actos que, en los rincones más recónditos y en cualquier oportunidad, recordaban a los uruguayos que en 1975 era “El Año de la Orientalidad”.

Hacia 1975 el proceso de aniquilamiento de todas las formas tradicionales de participación e intercambio estaba ya en etapas avanzadas. Luego de la disolución de las Cámaras y de las Juntas Departamentales, las medidas restrictivas de la actividad periodísticas, la ilegalización de la central obrera y de los partidos de izquierda, la intervención del sector educativo y las detenciones masivas evidenciaban el aumento del control autoritario sobre el aparato estatal y la sociedad. Pero toda vía no se sabía que habría de pasar con las elecciones previstas constitucionalmente para Noviembre de 1976 y los dirigentes de los partidos tradicionales aun no estaban proscriptos.

De esta forma un ambiente signado por el silencio y la represión amplifico la resonancia de los festejos históricos oficiales. Abolidas las modalidades usuales de la participación social y ciudadana, los nuevos actores políticos, ahora en el poder, buscaron sustituir las viejas formas de procesar las demandas sociales. Para ello, el espacio público fue saturado por las voces de militares y civiles golpistas que redefinieron antiguas modalidades, e instituyeron otras.

Durante este año entonces, el gobierno dictatorial se sirvió de los festejos históricos en sus variadas manifestaciones para reformular los lazos sociales suprimidos y replantear los referentes identitarios.

Durante 1975, la proliferación del “Criollismo” retomó expresiones culturales de larga data en el repertorio popular. Desde los ámbitos oficiales se amplificó la importancia que poseían estos fenómenos, redimensionando su significado. Se buscó crear nuevas imágenes identitarias a partir de la revitalización de costumbres y símbolos más antiguos, encausándolos en la ideología dictatorial a este respecto, Hobsbawm plantea: “En el pasado de cualquier sociedad siempre esta accesible un lenguaje elaborado de practica simbólicas y de comunicación. A veces las nuevas tradiciones pueden surgir fácilmente de otras antiguas, en otras ocasiones se les inventa pidiéndolas prestadas del sufridísimo almacén de los rituales oficiales, los simbolismos y las hexortaciones […] “

El nacionalismo ha necesitado especialmente de estas “tradiciones inventadas”, tomando costumbres que, habiendo perdido su espontaneidad o su sentido utilitario, se revitalizan para apoyar ritos y tradiciones enteramente innovadoras.

Las iniciativas que tendieran a la exaltación de las costumbres y hábitos asociados al Uruguay criollo fueron incentivadas oficialmente.

Esta pretensión de reformulación del babage simbólico se operó por diferentes maneras: por un lado, se procuró revitalizar las “fiestas criollas”, realizando jineteadas, torneo de payadores, asado con cuero; por otra parte, se exaltaron las diversas corrientes intelectuales que reivindicaban esta tradición cultural.

Como se verá más adelante, desde la literatura gauchesca del siglo XIX hasta los cuentos camperos contemporáneos tuvieron un lugar destacado en las políticas oficiales de modificación de los referentes identitarios. Las actividades realizadas en las fiestas criollas eran consideradas parte de las tareas habituales del campo y adquirieron un sentido nuevo a partir de la propia intención de conservarlos. El apadrinamiento autoritario significo su revalorización en tanto parte de las tradiciones autóctonas que expresaban el “arte vernáculo” por oposición a la innovación y a la influencia cultural externa.

La inauguración de este tipo de festejos con desfiles cívicos – militares mostró en forma burda la cooptación dictatorial de una expresión popular. Este mecanismo puede ejemplificarse en “La Gesta Oriental”, el Gran espectáculo folclórico – patriótico que recrea los hechos gloriosos del año 1825 a través de las mejores expresiones de arte vernaculo: canto, baile, payado y recitado, organizado por la CNHS. A los payadores y recitadores característicos de una fiesta criolla se le unieron artistas del género, ya fueran cantantes, grupos de ballet folclóricos o músicos.

De este modo, la tradición gauchesca materializó el nexo entre la época heroica de “los cruzados” y el período contemporáneo representando simultáneamente al pueblo oriental del 1825 y al del “Año de la Orientalidad”