La primera proyección cinematográfica ( 28 de diciembre 1895)
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El 28 de diciembre de 1895, los hermanos Lumière inventores del cinematógrafo, después de haber estado varios años mejorando su invento y grabando gran cantidad de películas, decidieron realizar la primera proyección cinematográfica de la historia.[1] Sin embargo, no confiaban en el poder del cinematógrafo y consideraban el cine como un simple experimento que no tenía ningún futuro. Llevaban desde el 22 de marzo grabando diferentes cortometrajes que no tendrían mucha importancia en el futuro según ellos.
Aunque diferentes proyecciones se habían realizado ya a lo largo de los meses con varios científicos, se trata aquí de la primera proyección cinematográfica abierta a cualquier público interesado. Tuvieron que negociar con varios propietarios para encontrar una sala para la proyección. Tras varios rechazos, acabaron escogiendo el Salón Indio del Gran Café del Boulevard en París, un pequeño café de pocos metros cuadrados.[2] Eso interesó mucho a ambos hermanos ya que, según ellos, si el público era relativamente mínimo y la proyección era un fracaso, pasaría desapercibida.
Esta primera proyección marca el nacimiento oficial del cine como se conoce hoy en día.[3] Esa noche por solo un franco (tres euros con cincuenta), cualquier persona interesada podría asistir a un nuevo tipo de espectáculo.
Películas estrenadas
- La Sortie de l'usine Lumière à Lyon (La salida de la fábrica Lumière en Lyon)
- La Voltige (El volteo)
- La Pêche aux poissons rouges (La pesca de los peces rojos)
- Le Débarquement du congrès de photographie à Lyon (La llegada al congreso de fotografía en Lyon)
- Les Forgerons (Los herreros)
- L'Arroseur arrosé (El regador regado)
- Le Repas de bébé (La comida del bebé)
- Le Saut à la couverture (El manteo)
- La Place des Cordeliers à Lyon (La Plaza des Cordeliers en Lyon)
- La Mer (Baignade en mer) (El mar, baño en el mar)
Una de las películas más importantes del cine de los hermanos Lumières no fue presentada esa noche. Se trata de la “Llegada de un tren a la estación”.
Reacción del público
Como ellos, poca gente confiaba en el cinematógrafo y fueron rechazados por varias salas como el museo Grévin y Les Folies-Bergères antes de encontrar el Salón Indio del Gran Café del Boulevard. Se realizó una primera sesión por la tarde reservada para algunos invitados especiales en la cual los periodistas, desinteresados, no asistieron. Por lo tanto, nadie habló del nuevo invento en el periódico al día siguiente.
Esa misma noche se abrió la sala a cualquier público que, por solo 1 franco podía asistir a la sesión de las diez películas. La sala podía contener hasta cien espectadores pero llegó únicamente a treinta y cinco personas intrigadas por el cartel anunciando el cinematógrafo. Entraron sin ninguna expectativa pensando encontrar frente a ellos una luces de feria básicas. Sin embargo, al encenderse el proyector, el público quedó asombrado. Las paredes parecían cobrar vida y las imágenes que, hasta ahora habían permanecido estáticas, empezaron a moverse. Aunque se trataba de escenas de la vida cotidiana sin ninguna historia, el público quedó muy impresionado.
Poco a poco fue corriendo la voz y se empezó a hablar de este dispositivo tan increíble que proyectaba un espectáculo impresionante y maravilloso.[4] El segundo día se llenó la sala. Los días siguientes se podía ver una larga cola delante del Salón Indio del Gran Café del Boulevard. Tuvieron que aumentar el número de proyecciones a más de diez por día. La gente luchaba por poder entrar y asistir a ese espectáculo tan increíble. El número de representaciones iba en aumento y los hermanos Lumière acabaron vendiendo hasta 2500 billetes por día.
Consecuencias
El cinematógrafo tuvo un éxito tan grande que numerosas personas se interesaron por él. El museo Grévin y las Folies Bergères, dos de las salas que los había rechazado para la primera proyección, ofrecieron veinte mil francos uno y más de cincuenta mil el otro para comprarlo. George Méliès, uno de los primeros espectadores del 28 de diciembre de 1895 que se convertirá en un gran cineasta, pionero de los efectos especiales en el cine, también propuso una enorme suma de dinero para el invento.[5] Se ofrecía a pagar más de diez mil francos. Se dice que los hermanos Lumière no aceptaron convencidos de que su invento no tenía futuro y que no podía traer nada más que la ruina.
Sin embargo, eso no les impidió aprovechar de su éxito y abrir una sala de mayores dimensiones para seguir con sus proyecciones. El éxito llegó más allá de Europa y alcanzó América que, hasta ahora, solo conocía el Kinetoscopio de Edison. El cinematógrafo en seguida lo superó y conquistó al público americano tanto como lo había hecho en Europa.
Un año más tarde los hermanos Lumière ya habían realizado más de 500 películas que tuvieron tanto éxito que las primeras. Realizaron “Llegada de un tren a la estación de la Ciotat” película que asustará por primera vez al público. Se cuenta que gran parte del público salió aterrorizado de su asiento al ver una locomotora acercándose hacia ellos que parecía salir de los límites de la pantalla. [6]
El cine se vuelve un arte popular que atraerá tanto a niños como adultos en las ferias y salas de proyecciones. Cada vez más personas se dedican a grabar eventos de la vida cotidiana en forma de documental.
Sin embargo un evento trágico hará perder parte de la popularidad que había ganado. El 4 de mayo de 1897 es, en una sala cinematográfica, que se produce el enorme incendio dramático en el Bazar de la Charité. Los hermanos Lumière reaccionan a esa tragedia creando un sistema de enfriamiento para evitar que se caliente la película. A pesar de eso, el cinematógrafo seguirá triunfando y tendrá un gran éxito en la exposición universal de París en 1900 que permitirá realizar proyecciones delante de 80.000 personas simultáneamente. [7]
Referencias
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