Enrique González Fernández

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Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129". Enrique González Fernández (Madrid, 21 de febrero de 1962) es un escritor y filósofo español.

Biografía

Estudió Filosofía y Ciencias de la Educación (sección de Filosofía) en la Universidad Complutense de Madrid desde 1980 a 1985, año en que se licenció por ella. Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, en Roma, el año 1992.[1] Discípulo de Julián Marías, el cual dijo de él: «desde hace bastantes años uno de mis mejores amigos».[2] Preparó y ordenó[3] las colecciones de artículos de Julián Marías publicados en los siguientes libros: El curso del tiempo (dos volúmenes), en cuyo prólogo Julián Marías escribe: «En la preparación y ordenación de este libro ha sido inapreciable la ayuda de mi amigo Enrique González Fernández, a quien quiero expresar mi profundo agradecimiento»;[4] Tratado sobre la convivencia. Concordia sin acuerdo;[5] Entre dos siglos;[6] y La fuerza de la razón,[7] cuyo prólogo Julián Marías le propuso escribir, pero al indicarle Enrique González Fernández que no quería que su nombre figurase al comienzo de un libro suyo (el último, en que se despide de sus lectores), aunque enteramente se lo dictó, accedió a ello como si lo hubiera redactado él.[8] También corrigió[9] las pruebas de sus libros publicados desde 1998; asimismo Julián Marías le dictó[10] sus artículos[11] y escritos[12] desde el año 2000.[13][14] Según Harold Raley, «documenta varios episodios de la vida de Marías que no fueron referidos por otros investigadores o mencionados solo de pasada. Estos incluyeron un largo periodo (1939-1952) de persecución marcado por traición, encarcelamiento y agresiones verbales por parte de marxistas, clérigos reaccionarios y simpatizantes de Franco».[15]

Pensamiento

En su tesis doctoral resalta la primera Ley de Indias, dada en Barcelona el 29 de mayo de 1493, que pedía (frente a cuantos querían esclavizar a sus habitantes invocando la doctrina aristotélica sobre la esclavitud natural, entonces doctrina común en Europa) que «todos... traten muy bien y amorosamente a los dichos indios, sin que les hagan enojo alguno, y procurando que tengan los unos con los otros mucha conversación y familiaridad, haciéndose las mejores obras que se pueda»; además se ordenaba a Colón que a los indios «los honre mucho; y si caso fuere que alguna o algunas personas trataren mal a los dichos indios en cualquiera manera que sea que el dicho Almirante, como Visorrey y Gobernador de Sus Altezas, lo castigue mucho por virtud de los poderes de Sus Altezas que para ello lleva».[16] Propuso,[17] sin ningún éxito, celebrar el V Centenario de esa primera y desconocida Ley que examinó en el Archivo General de Indias, y que marcó el camino para la Legislación posterior.[18][19]

Ante la sistematización[20] de la filosofía[21] de Julián Marías, Harold Raley escribió que las «páginas en las que González describe al detalle los ataques e insultos ad hominem dirigidos primero contra Ortega y luego con igual vehemencia contra Marías (el cual no deja de acudir en defensa de su maestro y amigo) son a la vez fascinantes y deprimentes. Pero hay que advertir, como perspicazmente se ha dado cuenta González, que el conocimiento de la historia de estos tristes episodios es necesario para poder comprender el desarrollo y el descenso de la filosofía —sobre todo la española— en aquella época llena de rencores... Marías se da cuenta de que en la historia del cristianismo la excelencia nunca ha sido realmente enemigo de lo mejor, sino más bien lo contrario: de la excelencia nace lo mejor, pero la gestación religiosa suele ser históricamente prolongada y, como en todo nacimiento, penosa. Siempre delicadas y problemáticas, las transiciones religiosas a niveles superiores suelen acarrear odios y rencores, tal como se atestigua en este libro. En las páginas dedicadas a las hostilidades dirigidas contra Marías y Ortega —no sin alcanzar al mismo autor de este libro— es evidente que, por sólidos que sean los nuevos conceptos de la fe cristiana, hace falta lo que se puede llamar una prolongada “consolidación previa y preparatoria”»[22]. «Enrique González, buen conocedor de los escritos de Julián Marías y uno de sus mejores amigos y más estrechos colaboradores, ha tenido el inestimable acierto de presentar en este libro una primera sistematización de su filosofía».[23]

Ante la debatida cuestión sobre la llamada Filosofía cristiana, invita a hacer una nueva,[24] distinta de la que denomina vieja: esta (según él) fue elaborada con categorías procedentes del paganismo.[25] Ha acuñado[26] el concepto del «Humanismo jurídico»,[27] alternativa al Iusnaturalismo. También el de superesenciación,[28] alternativa[29] a la explicación de la Transubstanciación (con la consiguiente nueva traducción que afecta al Padre nuestro: «danos hoy nuestro pan superesencial», ὲπιούσιον)[30]. Acuñó[31] asimismo la expresión Renacimiento del Humanismo.[32] Le parece que acaso «el rasgo más característico de la filosofía moderna es que intenta resaltar —impulsada por el Cristianismo— el valor de la persona (concreta y singular) frente a lo universal (abstracto y plural)... (La tesis de José Ortega y Gasset) reivindica, frente a lo universal esencial, el individual concreto y singular, afectado por la circunstancialidad y, por ello, sometido al cambio, a la variación espacio-temporal. Y considera que esa circunstancialidad es esencial en el individual, lo cual debe ser distintivo de la nueva filosofía cristiana. Lo contrario hace todo paganismo, con su sobrevaloración de lo universal por encima del individual que estima sacrificable».[33] Por ello, ante la cuestión sobre el Humanismo cristiano, lo interpreta como el mayor énfasis en el individual variable (por la historia temporal) frente a lo universal determinado por su naturaleza invariable. Igualmente subraya (discrepando de la metafísica antigua y medieval, e incluso de la fenomenológica)[34] la mismidad y la unicidad de cada persona.[35]

Su obra «se erige en firme defensora de la dimensión más universal del Cristianismo».[36] Se fija[37] en las palabras griegas kalós y agathós que aparecen en el Nuevo Testamento: «en su magistral libro La belleza de Cristo»[38] «trata de devolver vigorosamente a la belleza su identidad y su relieve, una belleza que, en el caso de Cristo, es integral: un resplandor, una gloria, una dignidad, una presencia, una gracia, una verdad... Como señala Julián Marías en un prólogo muy entusiasta..., está escrito teniendo en cuenta el griego de los Evangelios, lo cual posibilita una lectura más profunda de lo habitual... Debo confesar que no había leído hasta ahora nada de Enrique González Fernández, y a la vez recomendar que no se pierda de vista su producción».[39] Dice el propio Julián Marías: «El adjetivo griego kalós y su uso sustantivado en muchos casos quieren decir muchas cosas; a veces se ha interpretado como bueno o bondad, lo cual es lícito, pero no es todo ni lo primario. Kalós es, ante todo, bello, hermoso. Hay que restituir ese sentido primario a innumerables pasajes del Evangelio y de todo el Nuevo Testamento».[40] Solicita una interpretación cristiana que no se limite «a la transmisión de las inevitables adherencias histórico-sociales», «liberada de esas adherencias que son, repito, inevitables, pero separables».[41] Al llamar la atención sobre las adherencias paganas, pide una renovación de las actitudes, traducciones e interpretaciones teológicas y litúrgicas.[42][43] Sobre estas últimas, González Fernández «ha tenido la valentía de poner sobre el tapete, negro sobre blanco, una serie de cuestiones que, si bien eran comentadas en tertulias minoritarias y de carácter privado, habían quedado, sin embargo, aparcadas inexplicablemente».[44] Pero todo ello tuvo como consecuencia pasar (en expresión del mismo Julián Marías) «una experiencia dolorosa».[45]

Según su parecer, en el Cristianismo «ha prevalecido una tendencia que de algún modo lo perturba y desfigura: cosifica a la persona, propende a la intransigencia, impone un único punto de vista, exhorta a sacrificar la dignidad, el honor, la libertad o la belleza, pide despreciarse a sí mismo y al mundo, induce a ejercitar la pusilanimidad, estima miserable al hombre, es nacionalista, concede una importancia desmesurada al Viejo Testamento, atribuye a Dios cualidades mezquinas, inapropiadas, no divinas, inhumanas. Dentro del Cristianismo, esta tendencia no humanista se ha impuesto a la trayectoria auténtica: la del Humanismo, la de la llamada Filosofía de Cristo. Casi siempre esta trayectoria ha sido relegada, vista con malos ojos, hasta el punto de ser a veces perseguida o prohibida. A menudo el Cristianismo es identificado primariamente con la primera tendencia, lo cual ha reportado graves consecuencias para él. Es menester el renacimiento de la trayectoria humanista, que por ello es más auténticamente cristiana».[46] Escribe repetidamente que «la gran empresa cristiana de nuestro tiempo es la renovación del Catolicismo: que la Iglesia se evangelice a sí misma. Solo así podrá iluminar y evangelizar a los demás. “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve necia, ¿con qué será salada? Para nada tiene fuerza ya sino, arrojada fuera, para ser pisoteada por los hombres”».[47] Al recibir negativas consecuencias[48] por esas y otras publicaciones[49][50], pone como ejemplo a Benito Jerónimo Feijoo y Gaspar Melchor de Jovellanos, que tanto se esforzaron en conseguir la renovación «del pensamiento filosófico-teológico. Como ocurre siempre con los renovadores, ellos recibieron una tempestad de críticas, incomprensiones, ataques, hasta de calumnias», pero no «perdieron jamás su elegancia, su compostura, su dignidad y buenas maneras».[51]

Escribe que «el hombre liberal es aquel que trasciende de sí mismo, que generosamente va más allá de sí mismo, que no se impone a los otros, que se entusiasma por el otro y lo incorpora transformándose y enriqueciéndose con él. ¿Hay algo más cristiano, más evangélico, más humano en definitiva, que esta actitud personal? La actitud contraria viene representada por el poco respeto hacia el otro».[52] Cuenta con la dificultad de que este tema de nuestro tiempo encuentra numerosos obstáculos en los ambientes eclesiásticos porque no olvidemos «el contagio de algunos modos paganos, especialmente la tendencia a la disputa, a la beligerancia, incluso al insulto o a la condena frente a la innovación, pero confiemos que, tarde o temprano, la verdad (siempre acompañada de los buenos modales) vaya abriéndose camino».[53]

A pesar de que en filosofía continúa el camino abierto por Ortega y Gasset y Julián Marías, sin embargo discrepa sobre la valoración que estos dos autores hacían de Alfonso XIII. El historiador Carlos Seco Serrano se refirió a él como uno de los «más recientes biógrafos» de Alfonso XIII.[54] También lo citó como fuente Morgan C. Hall,[55] singularmente porque mantuvo amistad con la Infanta María Cristina de Borbón y Battenberg, la cual le proporcionó detalles sobre la vida de su padre.[56] Investigó,[57] colaborando[58] con Julián Cortés Cavanillas, sobre la obra humanitaria[59] de Alfonso XIII durante la Primera Guerra Mundial.[60]

Obras

  • Otra filosofía cristiana, Herder, Barcelona, 2020. ISBN 9788425443695
  • El Renacimiento del Humanismo. Filosofía frente a barbarie, BAC, Madrid, 2003. ISBN 84-7914-677-X
  • Julián Marías, apóstol de la divina razón (prólogo de Harold Raley), San Pablo, Madrid, 2017. ISBN 978-84-285-5272-1
  • La belleza de Cristo. Una comprensión filosófica del Evangelio (prólogo de Julián Marías), San Pablo, Madrid, 2002. ISBN 84-285-2438-6. Traducido al inglés por Harold Raley: The Beauty of Christ. A philosophical understanding of the Gospel, Cultiva, Madrid, 2012. ISBN 978-84-9923-546-2
  • Nacionalismo y Cristianismo (prólogo de Jaime Mayor Oreja; epílogo de Josep Tarradellas), Unión Editorial, Madrid, 2016. ISBN 978-84-7209-677-6
  • Pensar España con Julián Marías, Rialp, Madrid, 2012. ISBN 978-84-321-4166-9
  • Dejar vivir. Marías y Lejeune en defensa de la vida, Rialp, Madrid, 2013. ISBN 978-84-321-4314-4
  • Conocer a Dios, San Pablo, Madrid, 2015. ISBN 978-84-285-4891-5
  • Quién era Alfonso XIII, 2ª edición, Juventud, Barcelona, 2003. ISBN 84-261-3308-8
  • Filosofía política de la Corona en Indias. La Monarquía Española y América (prefacio de Don Juan de Borbón), Fundación Ignacio Larramendi, Madrid, 2011. ISBN 84-932739-5-3[2]

Referencias

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  59. González Fernández, Enrique (1995). «La obra humanitaria del rey Alfonso XIII durante la Primera Guerra Mundial». Mar oceana: Revista del humanismo español e iberoamericano (Madrid: Universidad Francisco de Vitoria) (2): 283-296. ISSN 1134-7627.[1]
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