Canon literario (concepto)

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Canon, del gr. κάνεον, barra recta,[1] es el criterio o la regla de elección para un campo cualquiera de conocimiento o de acción.[2] El canon literario se entiende tradicionalmente como las listas de autores y obras literarias consideradas con altos valores estéticos, con autoridad y representativas de algún tipo de literatura. Estas listas se encuentran en antologías, programas académicos de estudio o listas institucionales de recomendaciones y están hechas por académicos, críticos, escritores y editores, diferentes agentes del campo intelectual literario. La construcción del canon se basa en un entendimiento colectivo de lo que se debe preservar en la literatura, por lo tanto, comprende un campo limitado de lo que se estudia críticamente.[3]

Existe un debate alrededor del concepto de canon, sostenido entre la crítica esencialista y la crítica  contextualista. Los críticos esencialistas proclaman y defienden el “valor literario”, “esencial” o ”intrínseco” de las obras; consideran que el canon es una lista casi cerrada de textos y autores representativos que han alcanzado un valor universal. Esta crítica considera que las obras canónicas deben ser leídas y re inventadas por los nuevos autores, deben ser estudiadas de forma correcta y su valor universal debe ser conservado.[4]

Por su parte, la crítica contextualista apela a los factores extraliterarios (contextuales) que intervienen en la valoración y la consagración de las obras. Esta crítica apunta, en primer lugar, a que el canon establece qué se debe leer y qué no; señala que la construcción de los cánones literarios está a cargo de ciertos agentes e instituciones de poder cultural, como las universidades o las casas editoriales, que en ella permean juicios ideológicos. El canon se vuelve, así, un instrumento de exclusión que refleja las exclusiones sociales del mundo extraliterario; las normas sobre el gusto que impone el canon son, también, una herramienta de mantenimiento del poder en manos de minorías conservadoras.

El debate sobre el canon no es nuevo, y constantemente ha regresado a las mismas constantes: la necesidad de un sistema similar al canon para transmitir trabajos de valor cultural a la siguiente generación y para mostrar las interrelaciones entre los trabajos valorados.[5]


Antecedentes

Antigüedad

En la Grecia antigua la palabra kanōn aparece en los primeros libros sobre “cómo hacer…” las más variadas actividades prácticas, desde construir un templo hasta búsquedas contemplativas morales y filosóficas. Sus autores figurarían en cualquier antología de autores clásicos, entre ellos están  Platón, Aristóteles, Eurípides y Lucano. El sentido de la palabra kanōn pasa de significar “vara”, a significar “medida” o “evaluación”, y ello puede atribuírsele a Aristófanes y a Platón, cuando acusan a los sofistas de medir sus argumentos no por su sentido o pertinencia, sino por su longitud o kanōn. Esto demuestra que casi desde el inicio de su historia los autores consideraron al kanōn como una serie de reglas heredadas que debían ser ensanchadas, afinadas o perdidas.

La idea de kanōn se relacionó con la idea de enseñanza en su estrecha relación con la creación. Policleto y Epicuro escribieron tratados (perdidos) que eran manuales a los que llamaron Canon. El Canon de Policleto estableció los nuevos estándares de la representación del cuerpo humano. De acuerdo a Erwin Panofsky, Policleto concibió su canon de acuerdo a sujetos humanos más realistas que las representaciones egipcias, más abstractas. Asimismo, el Canon de Policleto también ganó prestigio y autoridad debido a su asociación con su propio trabajo creativo, especialmente su famoso Doríforo. En él descansa la fundación de la idea de canon como una serie de obras maestras inmejorables merecedoras de ser imitadas y estudiadas por todos los futuros practicantes en el mismo campo. Surgió  también la transición de la noción de canon de una medida práctica a algo parecido a una Idea platónica.[6]


Los cánones sagrados

Un uso contemporáneo de la frase “El Canon” comúnmente se refiere a una serie de textos sagrados que un grupo religioso particular acepta permanentemente como el registro de las verdades reveladas por Dios. No obstante, esta definición es más precisa cuando se la relaciona con la tradición católica, y no tanto con la judía. Ya que los textos sagrados judíos están ligados  a eventos significativos y a crisis históricas del pueblo judío.

Alrededor del 90 d.C., el Concilio de Jamnia decidió que una serie de libros heterogéneos, conocidos como La Ley, Los profetas y Los escritos constituyeran la lista cerrada  de los libros sagrados, que de ahí en adelante serían aceptados por el pueblo judío. Hacia el 400 d.C. Anfiloquio de Iconio fijó el catálogo del Antiguo y Nuevo Testamentos. Más allá de las indagaciones filológicas, las controversias teológicas y la curiosidad paleográfica, el judaísmo y el catolicismo encuentran su inspiración y su regulación en los textos sagrados, comúnmente llamados “El Canon”. Y esta concepción añadió importantes matices a la concepción clásica de "canon": la última autoridad detrás del canon es divina y no humana, instrumental o natural. 

El canon, más allá de ser una regla o una formula, se convierte en una narrativa total contenida en un texto sagrado. La trama providencial, contenida en el texto sagrado, gobierna cada aspecto de la vida pública y privada de la comunidad religiosa y se convierte en la razón de que la vida cotidiana se sacralice.

Cuando los críticos contemporáneos hablan del "canon cultural" como una fuerza todopoderosa que controla los más íntimos esquemas e ideas, en realidad, apelas a la noción de ‘Canon’ sagrado, en su uso temprano.

Los comentaristas medievales de las Escrituras hicieron del canon una entidad adaptable que puede ajustarse a una comunidad más o menos homogénea. Lo cual suma a la palabra ‘canon’ su capacidad para adaptarse, formar y preservar la identidad de una comunidad y diferenciarla de otras comunidades.[7]


Crítica esencialista

La crítica esencialista considera que la literatura tiene valores estéticos internos, esenciales e inmanentes constituidos principalmente por recursos lingüísticos, formales o retóricos.


Romanticismo

La acepción moderna de lo que hoy se considera “literatura”, es decir, de lo que entra en el canon literario, se puso en marcha en el Romanticismo. La noción de “literatura” se redujo hasta sólo comprender las obras creativas o imaginativas; fictivas, por un lado, y visionarias e inventivas, por el otro. Esta comprensión de lo que entraba dentro del canon literario se enfrentaba a la ideología utilitaria que imperaba en Europa en el siglo XVIII y XIX. La literatura había dejado de tener una función manifiesta. Surgió entonces la filosofía estética que agrupó una serie de objetos y manifestaciones humanas bajo el concepto de arte, este concepto agrupaba a las obras suponiendo que la característica que las diferenciaba del resto de los objetos era la belleza.[8]

Los escritores dejaron de depender de los mecenas y buscaron valores intrínsecos y esenciales en su propia actividad. Enfrentados al utilitarismo capitalista, considerado prosaico y buscando solvencia económica, el campo literario se fue independizando ideológica y económicamente de otros campos de poder.[9] Sin embargo, la literatura estaba destinada a públicos no académicos y las universidades no se encargarían de su estudio, sino hasta inicios del siglo XX.


Formalismo

La crítica literaria formalista estudiaba la estructura del texto mismo. Con una fuerte influencia de los estudios lingüísticos, los formalistas subordinaron a la forma el contenido; por lo tanto, para el formalismo el valor literario se encontraba en la forma. El análisis se abocó a los ‘recursos’ de la construcción del texto literario: los sonidos, las imágenes, el ritmo, la sintaxis, el metro, la rima y las técnicas narrativas, todos los elementos o 'funciones' que producían en la obra literaria su efecto enajenante. Los formalistas sostenían que la capacidad enajenante de la literatura hacía del lenguaje algo extraño, y este extrañamiento obligaba al lector a mirar al mundo con ojos diferentes; en esta experiencia, el lector era capaz, a la vez, de entender el lenguaje de una manera más completa.

Estos juicios sobre el valor estético en la forma literaria y su efecto en el lector permearían la idea esencialista de canon y su defensa.[10]


Harold Bloom y el canon occidental

Harold Bloom, crítico literario estadounidense, ha defendido los valores estéticos inmanentes a las obras. En su libro El canon occidental. La escuela y los libros de todas las épocas Bloom busca desentrañar el valor estético y sublime intrínseco en veintiséis obras “representativas de las naciones occidentales”. Bloom toma una postura abiertamente enfrentada a lo que él mismo bautizó como Escuela del Resentimiento, compuesta por los estudios culturales, el nuevo historicismo y la crítica literaria feminista.     

Harold Bloom considera que la originalidad es el elemento que convierte a un autor y a sus obras en canónicos. Esta originalidad es una forma de extrañeza que es asimilada o asimila a los lectores, de tal modo que deja de ser extrañeza y se suma a la belleza de un texto. Considera que la ampliación del canon, ha significado la destrucción del canon por la “Escuela del Resentimiento”, en su afán de subsanar competencias e injusticias sociales. Bloom entiende el proceso de la creación literaria como una lucha por la supervivencia literaria o la integración de los autores en el canon, factores que llevan a lo que él llama “la angustia de las influencias”.

A Bloom le parece que la Escuela del Resentimiento ha buscado reducir la estética a la ideología o a la metafísica. No obstante, para Bloom la experiencia empírica de lectura es una experiencia de placer solitaria que hace del lector un individuo más sabio y maduro.[11]


Crítica contextualista

Esta crítica considera que “lo literario”  y la valoración de las obras que los integran son construcciones que depende del contexto: los sujetos, el lugar y momento histórico, en el que un texto es leído.


Pierre Bourdieu

Pierre Bourdieu, estudió los fenómenos culturales desde sus dimensiones sociales. Estudió el campo intelectual como un ente específico que funciona por valores estéticos y económicos. Para Bourdieu las “obras consagradas”, integrantes del canon artístico,  están constituidas dentro de una serie de reglas operantes en los procesos de transmisión difusión y legitimación operantes dentro del campo intelectual.

El campo intelectual es un sistema social autónomo o que pretende la autonomía. Las relaciones de los componentes que integran el campo intelectual (las obras, los autores, los críticos, los editores, los académicos y los lectores) interactúan hacia el interior y el exterior del campo.  Las valoraciones que se dan a la obra al exterior del campo literario, dependen la las valoraciones que se hagan al interior, en la competencia por la legitimidad cultural. 

"La existencia de lo que se llama legitimidad cultural consiste en que todo individuo, lo quiera o no, lo admita o no, es y se sabe colocado en el campo de aplicación de un sistema de reglas que permiten calificar y jerarquizar su comportamiento bajo la relación de la cultura"[12]


Referencias

  1. Error de Lua: Error interno: El intérprete ha finalizado con la señal "-129".
  2. Abbagnano, Nicola. Diccionario de Filosofía. Giovannoi Fornero (act. y aum.) José Esteban Calderón y Alfredo N. Galleti (trad.) 4ª ed. México: Fondo de Cultura Económica. 2004. P. 138
  3. Gorak, Jan. The Making of the Modern Canon. Genesis and Crisis of a Literary Idea. Great Britain: Bloomsbury Academic Collection. 2013. P. 1
  4. Bloom, Harold. El canon occidental. La escuela y los libros de todas las épocas. Damián Aluou (trad.). 6ª ed. Barcelona: Anagrama. 2011. P. 11-51
  5. Gorak, Jan. Op. cit. P. 8
  6. Gorak, Jan. Op. cit., p. 9-19
  7. Gorak, Jan. Op. cit., p. 19-43
  8. Eagleton, Terry. Una introducción a la teoría literaria.José Esteban Calderón (trad.).  2ª ed. México: Fondo de Cultura Económica. 1998. P. 29-72
  9. Bourdieu, Pierre. “Campo intelectual y proyecto creador”. Campo de poder, campo intelectual. Montressor. 2002. P. 14-16
  10. Eagleton, Terry. Op cit. P. 11-28
  11. Bloom, Harold. Op. cit. P. 11-51
  12. BOURDIEU, Pierre, Op. cit. 33-34


Véase también

Alta cultura

Cultura de masas

Élites

Harold Bloom

Estudios culturales

Neohistoricismo


Enlaces externos

http://www.theparisreview.org/interviews/2225/the-art-of-criticism-no-1-harold-bloom http://www.elcanonliterario.com/index.php?option=com_content&view=section&id=31&Itemid=109