Alfredo Kelly

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El Padre Alfredo Kelly nació en Suipacha el 5 de mayo de 1933, hijo menor de Juan Kelly y de Elisa Casey, esta última sobrevivió a su hijo Alfie como lo llamábamos, era el menor de cuatro hermanos y dos hermanas. La familia Kelly recibió su comida espiritual de los Padres Palotinos de Mercedes y Suipacha.

Alfie entró en la Sociedad Palotina siendo adolescente y lo hizo en la Comunidad de Mercedes. Allí comenzó sus estudios preparatorios, que continuó mas trade en Rawson, donde entonces funcionaba la Escuela Preparatoria Palotina.

El Noviciado lo hizo en San Antonio de Areco, donde también profesó como Palotino el 4 de marzo de 1954.

Sus estudios superiores, los comenzó en el Colegio Máximo de San Miguel y luego en la Universidad Gregoriana de Roma. Habiendo enfermado gravemente su padre, los superiores lo envían de vuelta a su país y Monseñor Anunciado Serafín le confiere el sacerdocio el 15 de julio de 1957, en la Iglesia de San Patricio, en Mercedes. Al día siguiente celebra su primera Misa en la Iglesia Parroquial de Suipacha. Su ordenación fue la ocasión, de un gran gozo, para la Comunidad Palotina, para la gran familia de San Patricio y de la familia Kelly, que mantenía una relación tan íntima con los Palotinos, desde la llegada de estos a Mercedes, cien años atrás. Don Juan Kelly pudo asistir a la ordenación de su hijo, murió el 24 de julio de ese mismo año, como Simeón vio colmado su máximo deseo antes de morir.

Los 19 años de la vida sacerdotal de Padre Alfie transcurrieron en su mayor parte en San Antonio de Areco, quince años, un año en Mercedes y el resto en Buenos Aires. Tuvo el cargo de Director vocacional de 1960 a 1965, rector de San Antonio de Areco y después fue su primer párroco de 1966 a 1973, párroco de San Patricio de Belgrano en Buenos Aires, y director de nuestros estudiantes desde esa fecha hasta su muerte.

El Padre Kelly se especializó en la dirección espiritual, retiros, catequesis y el apostolado juvenil que fue su principal trabajo. El término sólido sería el más adecuado para describir su carácter. Esta cualidad hacía que fuera serio e íntegro en todas sus tareas y en su trato con los demás. De una laboriosidad incansable, enfrentó hasta lo último, todas las dificultades con la serenidad propia, que viene de una vida de profunda oración y unión con Dios. Lo que llegó a ser no le vino fácil, cultivó laboriosamente los dones y talentos que había recibido de Dios. Uno de los aspectos más tristes de esta tragedia es que Alfil había llegado a esa época de su vida cuando, verdaderamente, se le podía llamar sabio en las cosas del espíritu y cuando su ministerio sacerdotal daba un óptimo fruto.

Trabajó muchos años en el Obispado de San Nicolás, donde se le tenía gran estima tanto de parte del Obispo Monseñor Ponce de León, como del Clero.

De una parroquia semi rural, como es la de San Patricio, Areco, fue trasladado a la Ciudad de Buenos Aires, como párroco de San Patricio, en Belgrano "R". El Vicario episcopal de esa zona detectó bien pronto, sus eximias cualidades y fue nombrado Director del Seminario Catequístico Arquidiocesano Juan XXIII, un cargo sumamente delicado para los tiempos que corrían. Todo esto en el corto plazo de tres años, en una diócesis, que está plena de doctores y sacerdotes experimentados y especializados en toda clase de tareas pastorales. La confianza de la jerarquía y de sus colegas en el sacerdocio fue una constante en su vida sacerdotal.

Las últimas semanas de su vida, Alfie era un hombre transformado, hablaba y actuaba, como si hubiese tenido una premonición o un aviso de lo que venía y en todo momento mostró una completa aceptación de la voluntad de Dios, como consta en testimonios fidedignos de amigos y también escritos. El que estas líneas escribe lo conocía muy bien, desde su adolescencia en adelante, pasando por el noviciado y estudiando, y luego por muchos años como sacerdote en una convivencia más que fraternal, y es su convicción que Alfie llevó una vida santa y murió como testigo de la verdad evangélica y por sustentar esos valores a toda costa y proponerlos constantemente a otros, y en especial a la juventud.

Alfie y la pastoral juvenil

El Padre Alfie se integró al equipo de la Pastoral Juvenil de la Vicaría de Belgrano en 1974 siendo el Vicario de Belgrano Monseñor Guillermo Leaden.

La tarea de este equipo era la de promover la acción pastoral y evangelizadora de los jóvenes dentro de una pastoral orgánica en el Espíritu de la Encíclica Evangelii Nuntiandi.

Veníamos trabajando desde hacía unos años; en un primer momento se estableció un vínculo entre todas las parroquias de la Vicaría, se buscó la integración mediante encuentros de formación y reflexión, se construyeron los equipos zonales de Juventud, se formó una coordinación de grupos misioneros, se editó un boletín llamado "Construyendo Con..."

El aporte de Alfie junto a los otros sacerdotes y laicos del equipo fue muy enriquecedor.

En el año 1975, cuando surgió la idea de la 1.ª. Peregrinación a Pie a Lujan, encontró en el equipo de pastoral juvenil y en Alfie a uno de sus promotores, cuando no todos en la iglesia, veían esta acción como algo trascendente y adecuado.

Fue después de la peregrinación juvenil a Lujan cuando surgió un movimiento juvenil evangelizador a partir de los valores de la religiosidad popular que se expresaría en los momentos fuertes del año litúrgico mediante el anuncio sencillo y directo en forma intensa y masiva.

Luego se realizó la 1.ª. Campaña de Navidad y el signo visible fue la realización de los pesebres vivientes en los barrios. Fue así como el 20 de diciembre de 1975 se preparó entre todas las Parroquias de la Vicaría de Belgrano un pesebre viviente que partió desde Plaza Italia hasta Parque Saavedra donde se celebró la misa con la presencia de todos los sacerdotes y el Obispo. El anuncio fue: "Que nadie se quede solo".

En marzo de 1976, poco tiempo antes del golpe, se eligió el lema para la Semana Santa: "Dios nunca abandona, vive en la esperanza de su pueblo" y la propuesta: "la juventud invita a rezar".

El signo visible fue la realización de los Vía Crucis por las calles, se pegaron afiches por toda la ciudad.

En nuestra parroquia San Patricio, el Vía Crucis fue impulsado por el Padre Alfie con el apoyo de los jóvenes y con el aporte de Salvador Barberito. Al finalizar dicho Vía Crucis, y reunidos dentro del templo, el Padre Alfie instó a confiar en "esta juventud" y a "poner todas nuestras fuerzas en la construcción de la Civilización del Amor, viviendo la coherencia del Evangelio y asumiendo todos los riesgos de la opción por el mensaje de Jesús", nos habló también de "la fuerza y la eficacia de la oración y de la esperanza basada en Cristo Resucitado"

Durante todo el año 1976 hasta la fecha de su asesinato, el Padre Alfie participó en las reuniones de los martes por la noche del equipo de Pastoral Juvenil, siempre tomando nota en su cuaderno de tapa dura, con su sonrisa franca, su aire campechano, con gran capacidad de diálogo y de síntesis. Nos tenía acostumbrados a sus aportes profundos. Si algo nos enseñó con su presencia fue el valor de la oración, el amor por la Iglesia, el trabajar por la unidad y la verdad.

Fue asesinado un mes después de la fiesta de Pentecostés y de la realización de la 1.ª. Vigilia de Oración arquidiocesana en preparación de la 2.ª. Peregrinación cuyo lema fue: "Los hermanos sean unidos".

Al Padre Alfie lo conocí al finalizar una reunión para grupos misioneros donde él asistió acompañando a unos jóvenes de San Patricio, todavía no formaba parte del equipo de la Pastoral Juvenil. Al finalizar dicha reunión se ofreció a traerme en su Fiat azul; grande fue mi sorpresa cuando al dialogar supe que se trataba de mi párroco. Le comenté que era del grupo Migas que participaba y organizaba las misas y la catequesis en la casa de las hermanas Carmelitas de Sucre y Freire, justo en el límite de la parroquia. Se interesó mucho y desde allí surgió una fluida comunicación con la parroquia, y en lo personal una gran amistad con él.

En su proyecto pastoral para la parroquia estaba muy clara la necesidad de construir una pastoral de conjunto en la que todos participaran con sus carismas al servicio de toda la comunidad, no sólo la que asistía a las misas sino abierta a todo el barrio.

Fue así que se convocó a una serie de encuentros en la parroquia donde además de conocernos se fijaron los lineamientos para la acción pastoral. Se revitalizó la liturgia a partir de los cambios propuestos por la Iglesia buscando una mayor participación de los fieles en los cantos, el servicio de lectores y los guiones comunes para todas las misas. Se impulsó con un renovado espíritu la catequesis de la parroquia y los colegios vecinos, formando por medio de cursos a los catequistas. También se impulsó la edición de una hoja parroquial que entregaba en todas las misas. Alfie y su comunidad se pusieron a disposición de los grupos, se ofreció para acompañarnos en los retiros y a muchos de nosotros nos ayudó en el crecimiento personal y espiritual. Por medio de él pude participar en el encuentro de catequesis en el IPA con gente de todo el país y de los países vecinos, allí se fortaleció mi vocación catequística.

Alfie valoraba muchísimo a su comunidad. Se trataban como en una verdadera familia, todos estaban pendientes de las necesidades de los otros, crecían en su compromiso de fe, compartían las inquietudes pastorales de cada integrante y eso hizo más rica y diversa a la comunidad...

Serían muchas las cosas que podríamos resaltar pero creo que la frase del Evangelio: "Que todos sean uno para que el mundo crea" marca su estilo de vida y también la forma en que se las quitaron porque "Juntos vivieron y juntos murieron".

Diario Personal de Alfie

1° de Julio 1976 medianoche

"He tenido una de las más profundas experiencias en la oración. Durante la mañana me di cuenta de la gravedad de la calumnia que está circulando acerca de mí. A lo largo del día he estado percibiendo el peligro en que está mi vida. Por la noche he orado intensamente, al finalizar no he sabido mucho más. Creo sí que he estado mas calmo y tranquilo frente a la posibilidad de la muerte. Lloré mucho, pero lloré suplicando al Señor que la riqueza de su gracia que me ha dado para vivir acompañara a aquellos a quienes he tratado de amar, recordé también a los que han recibido gracias a través de mi intercesión, lloré mucho por tener que dejarlos. Nunca he dudado que fue El quien me concedió la gracia y tampoco que no soy indispensable, aunque tengo mucho que decirles aún, sé que el Espíritu Santo se los dirá...Y mi muerte física será como la de Cristo un instrumento misterioso, el mismo Espíritu irá a algunos de sus hijos, pedí para que fuese a Jorge y a Emilio, para los que me odian, para los que recibieron a través de mí, para el florecimiento de las vocaciones, para crear hombres dentro de la sociedad que sean necesarios, los que El desea. Me di cuenta entre mis lágrimas de que estoy muy apegado a la vida, que mi vida y mi muerte, su entrega, tiene por designio amoroso de Dios, mucho valor. En resumen: que entrego mi vida, vivo o muerto al Señor, pero que en cuanto pueda tengo que luchar por conservarla. Que seré llamado por el Padre en la hora y modo que El quiera y no cuando yo u otros lo quieran.

Ahora, justo en este momento estoy indiferente, me siento feliz de una manera indescriptible. Ojalá que esto sea leído, servirá para que otros descubran también la riqueza del amor de Cristo y se comprometan con El y sus hermanos, cuando El quiera que se lea.

No pertenezco ya a mi mismo porque he descubierto a quien estoy obligado a pertenecer. Gracias Señor".

Fallecimiento

Aproximadamente a la 1:00 a.m. del 4 de julio de 1976, tres jóvenes, Luis Pinasco, Guillermo Silva y Julio Víctor Martínez, vieron cómo dos automóviles estacionaban frente a la iglesia de San Patricio. Como Martínez era hijo de un militar y pensó que podría tratarse de un atentado contra su padre, fue a la Comisaría Nº 37 para hacer la denuncia. Minutos después un automóvil policial llegó al lugar y el oficial Miguel Ángel Romano habló con las personas que estaban en los autos sospechosos. A las 2 de la mañana Silva y Pinasco vieron cómo un grupo de personas con armas largas salían de los autos sospechosos y entraban a la iglesia.

A la mañana siguiente, a la hora de la primera misa, un grupo de fieles esperaba frente a la puerta de la iglesia, que se encontraba cerrada. Extrañado por la situación, el joven Fernando Savino, organista de la parroquia, decidió entrar por una ventana y encontró en el primer piso los cuerpos acribillados de los cinco religiosos, boca abajo y alineados, en un enorme charco de sangre sobre una alfombra roja. Los asesinos habían escrito con tiza en una puerta:

   Por los camaradas dinamitados en Seguridad Federal. Venceremos. Viva la Patria.

También escribieron en una alfombra:

   Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son M.S.T.M.

La sigla "M.S.T.M." corresponde al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, en tanto que la primera frase sobre "Seguridad Federal" está evidentemente referida al atentado con explosivos que Montoneros había realizado dos días antes en el comedor de esa dependencia policial causando la muerte de 20 policías.1 Sobre el cuerpo de Salvador Barbeito los asesinos pusieron un dibujo de Quino, tomado de una de las habitaciones, en el que Mafalda aparece señalando el bastón de un policía diciendo: «Este es el palito de abollar ideologías».

Al día siguiente, el diario La Nación publicó una crónica sobre la masacre que incluía el texto de un comunicado del Comando de la Zona I del Ejército que decía:

   Elementos subversivos asesinaron cobardemente a los sacerdotes y seminaristas. El vandálico hecho fue cometido en dependencias de la iglesia San Patricio, lo cual demuestra que sus autores, además de no tener Patria, tampoco tienen Dios.

Ese mismo día, 5 de julio de 1976, se celebró en la iglesia de San Patricio una misa por los religiosos asesinados. A la misma se presentaron altas autoridades militares y más de tres mil fieles. En el valiente sermón pronunciado por el padre palotino Roberto Favre, parcialmente publicado al día siguiente por el diario Clarín, aquél dijo:

   No puede haber voces discordantes en la reprobación de estos hechos. Tenemos necesidad de buscar más que nunca la justicia, la verdad y el amor para ponerlas al servicio de la paz... Hay que rogar a Dios no sólo por los muertos, sino también por las innumerables desapariciones que se conocen día a día... En este momento debemos reclamar a todos aquellos que tienen alguna responsabilidad, que realicen todos los esfuerzos posibles para que se retorne al Estado de Derecho que requiere todo pueblo civilizado.

El entonces nuncio apostólico en la Argentina, Pío Laghi, concelebró la misa y le dijo ese mismo día a Robert Cox, director del diario Buenos Aires Herald:

   Yo tuve que darle la hostia al general (Carlos Guillermo) Suárez Mason. Puede imaginar lo que siento como cura... Sentí ganas de pegarle con el puño en la cara.

En agosto de 1976 un grupo armado secuestró por unas horas a Mariano Grondona, conocido abogado y periodista. Al liberarlo sus captores le indicaron que debía llevar un mensaje a los obispos: que si seguían tolerando a sacerdotes de izquierda "proseguirían los episodios como el de los palotinos y sufrirían una escalada hacia la jerarquía eclesiástica". Grondona comunicó el mensaje al Nuncio Pío Laghi y al vicario castrense Monseñor Tortolo, pero no hizo denuncia alguna del secuestro ni puso el hecho en conocimiento de la justicia hasta 1984.

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